martes, 26 de diciembre de 2023

Ley puesta, trampa hecha


¿Y si Eta nunca existió?
(Cogitación progre de moda)


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


Con el chico de la Miró haciendo de Baudrillard por las televisiones (“la guerra de los golfos no ha existido”), Pallín y Caamaño, juristas de la escuela gallega, la más creativa, salen al corte en “tackle” contra quienes levantan una ceja ante la ley de Amnistía. “El Parlamento es soberano en un país democrático”, dice Pallín. “La ley de Amnistía es decisión del pueblo español”, dice Caamaño.


Claro que, si el Parlamento es soberano, el país no es democrático. España es un Estado de Partidos cuyo ideólogo, un alemán de Berlín muy por encima de Pallín y Caamaño, sitúa su ventaja en que acaba con cualquier atisbo… de representación.


Soberano es el Parlamento británico (“El Parlamento británico puede hacerlo todo menos convertir un hombre en mujer o viceversa”, decía el ingenuo Jean Louis de Lolme, que no conoció el “wokismo”, para exaltar su omnipotencia), pero también es representativo: el pueblo inglés, pues, reina, aunque no gobierna. Fue huyendo de la soberanía parlamentaria (“de los deseos de una mayoría injusta e interesada”, en palabras de Madison) de los ingleses como los americanos inventaron la “democracia representativa”.


La soberanía se hizo relativa desde que la libertad y la democracia exigieron, como condición de existencia, la división de los poderes estatales –leemos en la “Teoría Pura de la República”, donde se nos explica cómo en la corrupción sistemática de las partidocracias la soberanía popular, ésa que nos venden Pallín y Caamaño (si creyeran en la soberanía popular harían un plebiscito sobre la amnistía), es ficción infamante para los gobernados: “En Estados Unidos no se conoce la soberanía popular”. Y en Europa se usó como propaganda demagógica, cuando decayeron las ideas de soberanía nacional (Francia) y soberanía parlamentaria (Reino Unido). Sólo un auténtico demócrata, concluye el autor, se atreve a proclamar la evidencia de que nunca ha existido, ni podrá existir, soberanía del pueblo.


Sin representación parlamentaria, el pueblo español ni reina ni gobierna, y de Teoría Política sabe lo que le susurren Pallín, Caamaño o el chico de la Miró, como lo anunció don Nicolás R. Rico: “España, un país muy rico en calamidades civiles de todo género, es comparativamente pobrísima en Teoría Política, aunque abunde en suspirados ayes y enfebrecidas condenaciones”.


La soberanía es cuestión de hecho, no de derecho, y reside en el poder ejecutivo, que es el que tiene la estaca en la mano. Por eso los buhoneros de la “soberanía popular”, si fueran sinceros, pedirían la elección popular directa y separada (en el tiempo) del jefe del ejecutivo. En los albores de la Santa Transición, la Comisión Mixta del Gobierno Arias tiró de Fueyo, el único constitucionalista que andaba suelto, que preguntó si para el nuevo Régimen querían una vía presidencialista o la parlamentaria, y no lo volvieron a llamar. Pero la ley de Amnistía, manda huevos, la vota el pueblo.


[Martes, 19 de Diciembre]