martes, 12 de diciembre de 2023

Patada o ariete


Barajas 2010


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


La Constitución no es la Biblia, como nos venden los que viven de ella. Para los españoles, la Constitución es un puente festivo defendido incluso militarmente por Rubalcaba, que en 2010 llevó las tanquetas a Barajas para poner firmes a los controladores aéreos bajo amenaza de consejo de guerra.


Como español, pues, nunca sabré cuáles son mis derechos fundamentales, porque la gracia mitomotriz de la Carta Otorgada del 78 es… “la complejidad jurídica del Estado de Derecho” (?), es decir, las leyes que hace el Estado (no la Nación, que carece de representación). Mi libertad, pues, es la que en la cantina de Atapuerca defina Óscar Puente, y mis derechos fundamentales, los que determinen los expertos.


Resumido aquí, en julio del 35, por Fernández-Flórez, en sus “Acotaciones” a la ley de Jurados de la República: “La abogacía llega: da un picotazo. Parece que no tiene importancia aquella pequeña enmienda, aquella leve adición, aquel cambio de unas palabras. Pero después resulta que la nueva ley es, como casi todas, un nido de abogados, sustancia para los abogados, hilo que los abogados enredan… Y la vida del país, plagada de larvas de leguleyos, se hace también difícil y también dolorosa; agusanada de complicaciones, carcomida de triquiñuelas. Los abogados nos producen fiebre y se nutren de nuestro jugo, reclamando el mayor de los respetos en nombre del horror que sienten contra la sencillez”.


Por ejemplo, la inviolabilidad del domicilio. ¿Puede el Estado echarme la puerta abajo, si doy una fiesta en mi casa? Esto, en países con Constitución, sería una pregunta capciosa, pero en España, donde hemos sido confinados ilegalmente sin la menor consecuencia para los responsables, supone una cuestión ontológica, y aquí querría yo ver a san Agustín, que contestaría: “Si nadie me lo pregunta, lo sé. Si quisiera explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé”.


Como español, creo que no, si es con patada, por su vulgaridad iliberal, razón por la cual no prosperó en su día la ley Corcuera, el ministro de Pradoluengo que tenía algo del Dr. Johnson, el loco inglés que refutó la teoría de la inexistencia de la materia de Berkeley dando una patada a una piedra. Lo liberal, en fin, sería el ariete, del latín “aries”, carnero, que en cuanto que latín apela a la Lex Cornelia, y que en cuanto que carnero nos recuerda que somos el carnero castrado de la fábula de Santayana que, liberado del lobo (el carnero, no Santayana), vive feliz porque el nuevo depredador político le acaricia a veces el lomo. Vamos, que si la Champions fuera una competición española, el Real Madrid podría ser desposeído constitucionalmente de la de este año por falta de ariete.


Patada o ariete es nuestro remake de la controversia teológica de la Trinidad en Bizancio entre “homoousios”, como querían los de la “consustancialidad”, y “homoiousios”, como pretendían los de la “semejanza en sustancia”. No sé si será eso lo que celebramos con el puente.


[Martes, 5 de Diciembre]