jueves, 21 de diciembre de 2023

La larga estela de Pim Fortuyn en los Países Bajos




«Podrán deshacerse de mí, pero no podrán deshacerse de mis ideas»

Pim Fortuyn


Javier Bilbao


Tanto el entusiasmo como la inquietud (principalmente mediática) ante la victoria electoral de Geert Wilders en los Países Bajos la pasada semana han ido atemperándose ante las dificultades que está encontrando para articular una mayoría. Puede que se vea obligado a renunciar a algunas de sus promesas o incluso a la propia presidencia, aún no lo sabemos, pero en cualquier caso su rotundo apoyo popular redefine el debate público holandés en torno a las ideas fundamentales que abandera: el euroescepticismo, el rechazo a la inmigración masiva (particularmente de origen musulmán) y su oposición a las medidas de ingeniería social y estrangulamiento económico bajo la coartada del cambio climático. Siendo él quién más lejos ha llegado, no fue el primero en defenderlas. Veamos a continuación el origen de esa bola de nieve.


El país de Spinoza y patria adoptiva de Descartes, orgulloso de considerarse secular cobijo de la libertad de pensamiento y de credo —salvo que fueras católico, eso sí—, donde se imprimían los libros prohibidos en el resto de Europa, ha mostrado signos inquietantes en los últimos años de persecución ideológica, quizá fruto de un contexto internacional del que no puede sustraerse pese a su tradición. Todo empezó en 1948 en la ciudad de Velsen, donde nació y fue criado en la fe católica —que conservaría hasta el final, ahora ya sí se podía— Pim Fortuyn. Graduado en sociología y doctor en ciencias sociales, se convirtió en un convencido marxista que posteriormente derivaría en socialdemócrata afiliándose al Partido del Trabajo y, ya en los 80, se definiría como económicamente liberal.


Su condición de homosexual, de la que hablaba con detalle en público, influyó en su progresiva toma de conciencia la década siguiente sobre el efecto de la inmigración masiva en un país tradicionalmente nudo de comunicaciones, abierto tanto a flujos comerciales como de personas. Especialmente, cuando estas provienen de naciones con diferentes valores que traerán consigo y terminarán creando un irresoluble conflicto con la sociedad de acogida, como expresó en libros como el publicado en 1997 con el expresivo título «Contra la islamización de nuestra cultura». El problema no era racial -rechazaba de plano cualquier prejuicio en ese sentido- sino cultural, pues «el islam no se circunscribe a una sola raza». Su posición política, por tanto, pese a las gruesas acusaciones que se dirigían en su contra vinculándolo al nazismo, era la de alguien que simplemente quería preservar el orden democrático, liberal y secular, que caracterizaba a los Países Bajos y que veía en peligro ante el ascenso del islam: «no quiero tener que pasar de nuevo por la emancipación de las mujeres y de los homosexuales».


Con el cambio de siglo llegó el momento de dar definitivamente el salto a la política y tras un tanteo fallido a finales de 2001 en otro partido, a comienzos de 2002 funda el llamado Lista Pim Fortuyn. Su ascenso es meteórico y en apenas unos meses ya se postulaba como favorito en las encuestas para las elecciones generales. Pero un 6 de mayo, apenas 9 días antes de la votación, saliendo de una emisora de radio en la que había sido entrevistado fue tiroteado mortalmente. El autor, un ecologista radical que lo consideraba una amenaza para las minorías del país. Pim ya había advertido de que el señalamiento tan agresivo de todo el sistema político en su contra podía hacer peligrar su vida y, también, que llegado el caso podrían acabar con él, pero sus ideas tendrían continuidad. Ambos pronósticos se cumplieron. 


El atentado causó una profunda conmoción en todo el país, tanto por el carisma que irradiaba la víctima como por la manera en que aquel crimen cercenaba de raíz la autoimagen nacional tan complaciente de paraíso democrático-liberal, donde cualquier idea podía ser expresada sin miedo ni censura. Al desfile funerario acudieron miles de personas, para quienes su ejemplo no sería olvidado desde entonces.


Sus herederos


Durante los años 90, en los que como vimos Pim ya perfiló el ideario por el que ahora es recordado, fue entrevistado en diversas ocasiones por Theo van Gogh, lejano pariente del pintor, en quien dejaría una profunda huella. En este encuentro de 1997, por ejemplo, criticaba el creciente autoritarismo y lejanía de los ciudadanos de las instituciones europeas (26 años después sus observaciones son aún más pertinentes), pues entendía que las democracias para ser funcionales deben ser nacionales y el Parlamento Europeo era una institución «sin alma», carente de raíces en la sociedad.

(...)


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