Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Por San Antón la gallina pon.
–¡La unción y la gallina! –oyó Santayana gritar a su padre (hipocondríaco, pero con gran indiferencia castellana ante las circunstancias y las apariencias) en la agonía.
La extremaunción y un caldo de gallina.
Para hacerle el caldo a España (para la unción se ve que cuentan con el obispo de Solsona), el gallináceo Puigdemont ha puesto el huevo con dos meses de adelanto: “Una solución distinta a la independencia es posible”, ha dicho a “Le Soir”, y con eso delata la tragicomedia que el Régimen se trae entre manos.
Al Régimen se le quedó su Constitución pequeña y lleva años elaborando una excusa para cambiarla. Eso ha sido el golpe catalán: se le pega fuego (profesionalmente: sin víctimas mortales, esto es, “sin violencia”)… ¡y a otra casa!
Si no pensamos en la parte trágica, en la parte cómica Puigdemont y Rajoy se nos presentan como Katie Hepburn y Cary Grant en “La fiera de mi niña”: él le pisa el vestido, le arranca la parte posterior y se ven unas enaguas preciosas; él corre detrás de ella, coge su sombrero (¡el 155!) y le tapa el nalgatorio con él. “¿Se puede saber qué hace?”, protesta ella. Y él responde con un juego de palabras (“Me siento como un idiota”) cuya traducción literal sería: “Siento un culo perfecto”.
–El público se reía tanto –recordaba Howard Hawks– que los censores no llegaron a oírlo. Luego la pusieron por la tele y ahí fue donde se escuchó por primera vez.
También aquí hay público que se ríe, él sabrá por qué. Se le viene encima una Constitución secreta, hecha por profesionales (ante todo, no caer en el populismo) y que, al parecer, tendrá un solo artículo clavado en un poste totémico: el 155, que, no siendo nada, lo será todo, pues lo mismo servirá para disolver un Parlamento que para fusilar a Torrijos o hacer de la provincia de Madrid una nación de las de quitar el hipo.
Con el hastío comienza la duda.
–Bien mirado, ¡qué me han hecho los luteranos a mí! –llegó a escribir Lope un día así.
Noviembre, 2017