lunes, 18 de diciembre de 2023

Real Madrid, 4; Villarreal, 1. El chascar de los cruzados



Hughes

Pura Golosina Deportiva

 

Dicen que cuando se rompe un cruzado se escucha un chasquido. Es uno de los sonidos de la temporada en el Madrid y quizás lo haya escuchado Alaba, lesionado gravemente contra el Villarreal. Al menos eso parece cuando perpetro estas líneas. Su rodilla se descuajaringó y él quedó tendido como un caballo, inmovilizado, imponente y frágil.


Si Alaba se ha roto, tendrán que traer un central, aunque puedan ir tirando con Tchouaméni ahí. A Ancelotti ya le sale todo.


Estaba Endrick en el estadio. Saludó en Valdebebas a todos sus compañeros y a todos les daba una doble palmadita de veterano. Plas, plas. Es un error que vuelva a Brasil. Debería ser raptado y no regresar.


También se estrenó la capota mágica del Bernabéu. Nos imaginamos a Florentino con el mando a distancia dándole al botón desde el palco.


(Espero odas a la capota de sus rapsodas oficiales, que no tenga que ser yo desde este humilde blog).


Era el 4-4-2 clasiquísimo de Marcelo, su pan y vino, contra el 4-4-2 compuesto de Ancelotti, oeuvre que cada vez que se mira es distinta.


Lucas empezaba en el lateral. Cada año llega ese momento suyo, su historia de superación, su de menos a más.


Se van viendo cosas. La presión alta es buena, quizás animada por Bellingham, muy robador y canibalesco. Se observan 'automatismos'. Por ejemplo, la forma en que habilita y pasa a Rodrygo para que se lance como extremo. De alguna forma, Bellingham se está ensamblando tácticamente con Vinicius sin Vinicius. Su lugar y densidad crece pero en cohabitación buena con el extremo Rodrygo. Es verdad que Vinicius es otra cosa, otro torrente.


Modric estaba con ganas, aunque ya no parece un futbolista. Parece un yogui o un santón. Modric, como Benzema, nos está enseñando que envejecer consiste en adelgazar. Ir secándose. Pegó un tiro al larguero, una de las primeras ocasiones del partido.


Las acometidas de Rodrygo como extremo izquierdo desplazaban al Villarreal de tan potentes, decididas y verticales eran. Era como un dedo presionando una esponja amarilla. El equipo entero retrocedía movido por su empuje.  


Modric se turnaba bastante con Brahim, jugador de movilidad loca pero ordenada, como se vio en su atención personal a Parejo. Brahim le da una dimensión añadida al Madrid. Parece el marquito pequeño que hay dentro del espejo retrovisor y que sirve para ver el punto ciego. Es pequeño pero amplia mucho la visión de un espacio concreto. Brahim hace grande lo pequeño, lo hace espacioso, y siendo el espacio lo más preciado del fútbol tras el gol, esto tiene mucho valor.


El 1-0 llegó pronto y fue para tranquilizar la voracidad goleadora de Bellingham y su media de crack epocal. Fue un gol tremendo. De nuevo una pared, aunque otro tipo de pared, otro rollo ya. La coge en la izquierda y abre largo a la derecha donde Lucas, chulapamente, la pasa atrás para que Modric la coloque con suavidad y desmayo hacia Bellingham. Era lo opuesto a su exterior, aunque no del todo pues tenía algo de contrapelo, una joya de interior que dio a la pelota un efecto grácil; a Bellingham le llegó suave, pero de Bellingham salió violenta por su remate (piernas abiertas, giro picassiano de cuello).


El Madrid estaba muy serio. Poco peligro del Villarreal en la primera parte, alguna rápida conducción testimonial y lejana de Ilias Akhomach, nada más. El Madrid presiona mejor y Valverde cumple como pivote atlante, lanzando además unos pases largos cada vez más interesantes.  


Con inercia natural llegó el 2-0. Un gol de Rodrygo tras barullo en el área y larga espera de VAR. Parte del mérito era de Lucas, que peleó y ganó ratoneramente la pelota en la melé.


Rodrygo está ganando solidez y regularidad por minutos. Ya siempre aporta algo. Está en una media de gol o asistencia por partido, pero además su impacto y presencia en el juego crece. Ya no aparece de tanto en tanto. De todos modos, no es Vinicius. Rodrygo aporta todos los partidos, Vinicius aporta todo el partido.


Con el segundo, el Villarreal se abrió un poco y pudimos ver a Bellingham asaltando el área al contragolpe, otra suerte que domina.


Esa frase de "el Madrid no se sabe a qué juega" yo ahora la tomo al pie de la letra. Miras a veces y es un rombo con Modric y Kroos de interiores; lo miras al rato y es un 4-4-2 con caja rectangular; lo miras a veces y es un 4-2-3-1 pero con el uno arriba, Rodrygo, pegado a la izquierda... Es el año en que el Madrid parece más caleidoscópico, variable, rico y polimorfo.


En el descanso, ¿qué haría Endrick? Estaba rodeado de senilidad senatorial madridista y de élites de palco... qué miedo de que se corrompa, que algo en él se normalice... Era contradictorio el deseo endrickiano: preservarlo y retenerlo, aquí pero de allí, siempre de allí... El deseo endrickiano está hecho de miedo. Es como si el Madrid estuviera embarazado de él y cada día fuera un ay hasta tenerlo de blanco. Mientras se espera a Endrich, chascan los cruzados defensivos y eso aumenta el temor.


La segunda parte fue muy bonita, con partido escandaloso de Brahim y un episodio nuevo en la relación de Bellingham con el entorno.


Hubo un pelín de sal por el gol de Morales, artillero, tras pase inicial de Parejo, siempre con ese aire suyo de jugar con frac y con sueño. El disparo pilló patiabierto a Lunin, que no llegó del todo. Sin embargo, cada día nos parece más grande mientras Kepa nos parece más pequeño. Con Courtois el madridismo puede haber cogido ya la senda del portero grande, la de Illgner, valorado sólo por minorías. El portero chopo de toda la vida, una forma de populismo más, pues el chopo es pópulus, y el pópulo gusta del pópulus por fin, aunque don Martín Rubio, excusando mi macarrismo macarrónico, nos podría dar una conferencia sobre esto.


Brahim hacía un partido extraordinario y lo coronó con un gol de figura. Se fue con un control y media vuelta, esprintó, hizo un doble recorte y chutó ajustado. Él se lo hizo todo y desde bien lejos con su aire de micromachín. Tiene nivel de titular ahora mismo y es más listo que el hambre. Es curioso, porque con él y con Bellingham siempre brilla la inteligencia. Son inteligentes constantemente. Inteligencias distintas. La del inglés es escultórica, apolínea, inequívoca aunque sorprendente; mientras que en Brahim tiene otro aire aunque sea siempre su juego pura neurona. En él chispea una inteligencia no diríamos dionisiaca, pero sí económica, pícara, barroquera, menos esférica que humanísima, ingeniosidad que burla siempre al otro e introduce algo compensatorio.


Habían marcado ya los tres atacantes oficiales y se sumó Modric, que pisaba las zonas del falso nueve, una parte del campo que está como en barbecho hasta el advenimiento de lo endrickiano. Rodrygo, cada vez más potente y más cabrón (en el buen y feliz sentido), le peleó un balón en el área y Modric remató a placer, y con su pinta de Owen Wilson liofilizado sonrió como un debutante. Qué tendrá el gol. Rudiger lo cogió y se lo echó al hombro como un saco de harina.


Luego llegó el episodio de Bellingham, algo que pareció un principio de "vinización". Faltas que no le conceden y tarjeta absurda que se lleva. En otro lance protestó sin protestar: solo movió los brazos pidiendo ardor al público, y el árbitro, muy caballero-caballero se le acercó para darle un aviso. Si te pegan, te callas y mímica tampoco. El jugador acaba ya siempre de los nervios y Ancelotti, viendo el percal, lo mandó al banquillo para evitar la expulsión. Tener que retirar preventivamente al mejor jugador del campeonato: España y la Liga somos así, señora.