Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Que los politiquillos, al explicarse, se muevan entre la arenga y el sermón se debe, al decir de un gran pensador nuestro, a que el oficio de la política no ha borrado las huellas de su confuso pasado militar y eclesiástico: la burguesía es la invención política de un abate; la administración pública (con la justicia y las ideas de orden y servicio públicos), el diseño de un general francés; la seguridad social y el socialismo de Estado, el plan de un general prusiano; el pleno empleo, la iniciativa de un cabo austríaco.
Lo que no es teología (Estado Providencia: paraíso de funcionarios, limbo de intelectuales, gloria de partidos estatales), es estrategia militar (conquista, defensa y conservación del Estado que los comunistas de Galapagar, protegidos por las elites financieras y de la guardia civil, llaman conquista, defensa y conservación del cielo que secreta el maná para los bienaventurados).
–Hoy hemos firmado el pacto para la reactivación social y económica de Castilla y León. Demostramos que otra forma de hacer política y oposición es posible. Frente al conflicto, el acuerdo –dice (¡y le cantan!) un comunista castellano, Pablo Fernández, que va de Pablo Abraira (¿gavilán o paloma?), pero en curita posconciliar, de la dictadura del proletariado.
Hombre, Fernández: esa “otra forma de hacer política” es no hacer política, porque la política, por definición, es conflicto, “escamoteable” sólo mediante la repartija o consenso. ¿Qué diferencia hay entre la opinión única de la dictadura de… Robespierre y la opinión unánime (consensuada) del… Directorio?
El comunista Fernández (¿gavilán o paloma?) descubre la maravilla que para el mando constituye la “unidad de poder y separación coordinada de funciones” (lo que los jetáceos llaman separación de poderes) del franquismo. Fuera, pues, la única forma de gobierno que hace suyo el conflicto, la democracia representativa, que es (en palabras de Tom Paine) “la representación injertada en la democracia”.