Harlow Shapley y Albert Einstein
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Piqué se aburre. Y deja el fútbol.
–Si Piqué y la Shakira, que viajaban por todo el mundo, cayeron en la monotonía... imagínate tú y yo, que sólo vamos a Mercadona –tuiteó por ahí un castizo.
Piqué es internacional y se aburre como la Francia de Lamartine, que dijo “la France s’ennuye” y pasó a la posteridad con eso, que no es poco. Las dos guerras mundiales surgieron del aburrimiento. Odo Marquard recuerda la pregunta que al recoger el Premio de la Paz de 1983 formuló Manès Sperber: “¿Cómo es posible que en el siglo XX los seres humanos estuvieran preparados psíquicamente para dos guerras mundiales?” Respuesta: por el aburrimiento.
–Fueron deseadas, de un modo terrible, como una descarga de lo cotidiano.
La guerra como “moratoria de lo cotidiano”. El propio Churchill, en el arranque de su relato de la Gran Guerra, anota: “Casi se podía creer que el mundo deseaba sufrir”. Igual que ahora, con el mundo balanceándose en el tirabuzón de aquella extraña nota schmittiana del 49: “Cada conquistador que llegue hoy a la Tierra con nuevos medios –caballo y hierro– sólo necesitaría arrojar a los rusos contra los americanos, el Este contra el Oeste. El planeta está maduro y sus gobernantes actuales están maduros, al igual que lo estaban incas y aztecas”.
Fue Pascal quien situó el motor del hombre en el “ennui”. Para él, todos los problemas del hombre vienen de no saber estarse quieto.
–Combatimos los obstáculos para conseguir el descanso y, una vez conseguido, el descanso es insoportable.
Dalmacio Negro sostiene que la Urss implosionó debido al aburrimiento, que sería, junto con el cansancio, una de las grandes fuerzas históricas. Aburrida, desde luego, resulta la paz perpetua de Kant (ensayo irónico, según Arendt), y aburrida se les aparecía la guerra a los ingleses en febrero del 40, según un informe del gobierno británico citado por Nicholson Baker: “Está apareciendo un desasosiego insólito, un deseo de que suceda algo, por desagradable que sea”. La fe de la Ilustración en la bondad natural del hombre, había avisado Burckhardt, acabaría conduciendo al mal en una escala insólita. Y ya hemos llegado.
Estamos con lo que, en los 80, Robert Nisbet llamó “el sudario del tedio”. Nuestros plutócratas buscan remedio en el libertinaje, como los de Suetonio. Tocqueville vio venir la reducción de la diversidad cultural, la homogeneización de las masas y la consiguiente aparición de un despotismo demoniaco que aniquilaría los deseos de trabajar y de vivir.
Nisbet cita una lista elaborada por Harlow Shapley, astrónomo atropellado por el macartismo, con los cinco males con más probabilidades de acabar con nuestra civilización: el tedio era el tercero, por detrás de la guerra nuclear y la superpoblación.
De aquí la importancia de que Piqué se aburra.
[Martes, 8 de Noviembre]