sábado, 12 de octubre de 2019

Hispanidad


La Jurista y el Teólogo en El consenso de los nominales


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    En España siguen mandando los curas, me dice un taxista. (Los taxistas, según un amigo, piensan como los columnistas, pero sin subordinadas).

    –¡Viva la raza latina! –saludaban en la Puerta del Sol los republicanos del 14 de abril a los curas, un mes antes de chiscarles las sotanas.

    ¡Raza latina! Si lo pilla Irene Lozano, ya tiene la solución para no decir “Hispanidad”, primera hegemonía global de la Historia, que, al menos en los Estados Unidos, regresa, ¡y mirando al XVI! (Con el pretexto de “comprender” a unos emigrantes italianos en Argentina, Francia colocó el concepto “América Latina”, mas sólo es mala retórica).
    
También el 98 pensaba que en España mandaban los curas hasta que Azorín se lo llevó cuatro días a Toledo a lo del Greco: el Greco los llevó al cardenal Romo, y el cardenal Romo, al corazón de España:

    –La nacionalidad la ha creado en España la Iglesia –es la conclusión de Azorín.
    
No es ningún trabucaire el cardenal, único español (junto con Miranda, el “precursor” venezolano) que ha entendido el invento norteamericano de la división y separación de poderes.

    –La soberanía del pueblo americano, única que existe en toda la extensión de la palabra, y de la que las de la Europa no son más que un simulacro… –escribe en 1843 (¡un siglo antes que Hannah Arendt!) para decir que la revolución buena, la de la libertad, es la americana, y que la revolución farsante (¡por reaccionaria!), la de la igualdad, es la francesa.

    En el consenso (concepto católico, por cierto) Bergoglio-Calvo sobre el muerto de Cuelgamuros, el teólogo y la jurista sostienen la supremacía del Estado mediante la sutileza, digna de Escoto y la escuela de los nominales, de dividir el muerto en cuerpo, que debe pertenecer al Gobierno, y alma, que puede quedársela la Iglesia.

    –Hay muchos curas en el Partido –confiesa Carrillo a la Fallaci, y los curas catalanes aprueban la intervención soviética en Praga. ¡Pues sí! ¡Los curas! Pobrecitos: están tan acostumbrados a obedecer