jueves, 29 de diciembre de 2016

El tótem


Paco Jémez

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

España es país sin derechas (nada hay, al parecer, que conservar), y en su lenguaje político se impone el tótem de “lo federal”, con efe de Frankestein, un “drógulus” filosófico que nos llevaría a la monarquía feudal.

¿“Lo federal” de Pi, cuya mala traducción de Proudhon nos trajo el descalzaperros de la primera República, o “lo federal” de Hamilton, que asentó los Estados Unidos de América?
En España, hasta aquí, nadie decía lo que sabía (¡la Santa Transición!). Y desde aquí, nadie sabe lo que dice.

La obra cumbre de la ingeniería política es la Constitución del 87 americana, ésa que nuestros propagandistas de “lo federal” no se han leído, pero que exigen cambiarla porque Michael Moore dice que Hillary “ha ganado el voto popular”, consigna insidiosa de la izquierda antidemocrática, y además, falsa: Hillary no alcanzó el cincuenta más uno del censo nacional.
Si no se leen la Constitución, cuyo artículo segundo (¡el segundo!) establece la elección del Presidente, no esperemos que estos federalitos del pan pringao se lean “El Federalista”, en cuyo artículo sobre los principios republicanos explica Madison que la Cámara de Representantes deriva sus poderes del pueblo (hasta aquí el gobierno es nacional y no federal); que el Senado recibe su poder de los Estados (hasta aquí el gobierno es federal y no nacional); y que la elección del Presidente es por los Estados en su carácter político (hasta aquí el gobierno es mixto, con tantas características federales como nacionales), abstracción intelectualmente asequible incluso para el más simple pipero del fútbol, que entiende que es Campeón de Liga el que más partidos (puntos) gana en un año, no el que más goles anota en una tarde: California y Nueva York serían para el Partido Demócrata lo que el Rayo de Paco Jémez era para el Real Madrid, que, sólo con eso, no tuvo bastante para ganar la Liga.

Da igual. Esta noche tengo cena, y otra vez la falsa burra federal volverá al trigo.