lunes, 24 de octubre de 2022

El Reglamento

 

...y con los fuertes, débil


Francisco Javier Gómez Izquierdo

Los que hemos aplicado el Reglamento sabemos que un preso que tiene un momento de ofuscación, cuando un poner, se le deniega un permiso ("¿Qué quieren que haga? Sólo se lo dan a los chivatos") que creemos merece no es justo ponerle un parte. El funcionario de prisiones escribe un parte disciplinario si el interno de tercer grado llega tres horas tarde por la noche, ó borracho ó faltón.. ("¿Qué os créeis? No sabéis con quien estáis hablando. Una llamada y no me sancionan. Sé con quién tengo que hablar"). El funcionario de prisiones sabe que La Ley es más que el Reglamento y también sabe lo que dice aquélla sobre las condenas superiores a cinco años. El buen funcionario no debe entrar en política y mucho menos ser riguroso o consentidor con internos conforme a las modas televiseras y los caprichos gubernamentales. El buen funcionario de prisiones debe aplicar el Reglamento penitenciario con seguridad y conocimiento y si por ejemplo ha fallecido la madre de un interno, no obligarle a fregar los tigres porque le tocaba y el Reglamento dice... A veces el buen funcionario debe plantarse ante su director y decirle: "No hago éso porque está prohibido por el Reglamento".


     El señor Burgos Bengoechea expulsó ayer a un buen mozo del campo del Villarreal que quiso ser educado y agradecido con quien le procuró educación y fortuna. El señor Burgos Bengoechea cree que se sabe el Reglamento y que lo interpreta bien, pero como al señor Burgos Bengoechea no parece gustarle el fútbol y sólo entiende que debe rendir cuentas ante la superioridad que le abona sus servicios, le promociona generosamente y le exige aplicar el Reglamento con escrupulosa rigurosidad, pues no se para en analizar las circunstancias y el derecho consuetudinario que concurren en cada lance del juego.


     Si el señor Burgos Bengoechea fuese un buen árbitro y persona de buenos sentimientos tendría que haber previsto que el Villarreal marcaría algún gol y el autor se lo dedicaría a uno de los más grandes profetas que haya dado el fútbol español. Estaba obligado a mostrar respeto ante lo que otros, él también debería, tienen por sagrado. Su lógico propósito prepartido tendría que haber sido hacerse el desentendido si la celebración no acarreaba sobresalto, escándalo o tumulto. Alex Baena fue discreto y hay cosas que la prudencia invita a no ver. La prudencia; no el miedo. Porque el miedo vuelve sordo al árbitro que oye lo que dice el entrenador del Barça o el Madrid en la banda y encoge la mano cartulinera ante el poderoso al tiempo que se las da de valentón hasta con un veterano reconocido por su modosidad y excelente comportamiento, Canales el sábado sin ir mas lejos y ¡claro! ante el club que cae mal a la superioridad, tal que el Villarreal a Don Rubiales.


     ¿De qué están hechos éstos hombres y mujeres que deciden sobre nuestras vidas, haciendas y hasta sentimientos? ¿Será de verdad el fin de la Humanidad?