viernes, 7 de octubre de 2022

Mancebas y mancebos



Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    A todos esos ratones que no nos dejan dormir royendo lugares comunes en su guerra de almohadas contra el fascismo: en los Estados de Partidos todos los partidos, todos, son fascistas, dicho sea con la misma vehemencia que la empleada por Barthes cuando en su lección de ingreso en el Collège de France (enero del 77, “oh mon Dieu!”) dijo “todo lenguaje es fascista”.
    

En la democracia representativa (la americana, y se acabó) los partidos son intermediarios de la sociedad (al menos hasta el triunfo del “totalitarismo invertido” acuñado por Wolin). Pero en la “democracia liberal”, como llaman los liberalios al Estado de Partidos europeo, convencidos de que así lo arreglan, los partidos son órganos del Estado: todo en el Estado, todo por el Estado, nada sin el Estado. Para los europeos, el totalitarismo es un estado del espíritu (y de lo otro), y todos somos totalitarios sin saberlo, como descubrimos al ver a nuestros vecinos aplaudir en el balcón a los carceleros de su confinamiento ilegal, el mayor crimen político que puede cometer el poder contra su propio pueblo, con las consecuencias (ninguna) que ya hemos visto.
    

Porque, señores (y miro a esos yesaires del periodismo que están con la llanilla alisando los pegotes que se tiran los políticos del teatrillo), ¿qué cosa es el fascismo?
    

En la primavera del 44, Russell, el único intelectual europeo que nunca figuró en la nómina del Congreso por la Libertad Cultural de Michael Josselson (hoy, Tanques de Pensamiento), quería regresar de América a Inglaterra, pero no había pasajes y fue a la Embajada. Dijo: “Admitirán ustedes que ésta es una guerra contra el fascismo.” “Sí”, le contestaron. “Y admitirán también que, en esencia, el fascismo es la subordinación del poder legislativo al ejecutivo”. “Sí”. Él prosiguió: “Pues bien, yo soy el poder legislativo, y ustedes, el ejecutivo. Así que, si me retienen lejos de mis funciones legislativas un solo día más de lo necesario, son ustedes unos fascistas.” Y le firmaron un pasaje. ¿Qué se proponen las Melonis? ¿Subordinar el legislativo al ejecutivo? ¿Cómo? ¿Con el ejecutivo haciendo, no las leyes, que ésas vienen hechas como las pizzas de antros que nadie ha votado, sino las listas de paniaguados del legislativo que así, y merced al sistema proporcional, únicamente representan a sus jefes? Voces de “¡Fascismo!” “¡Fascismo!”.
    

¿Qué es por tanto fascismo? –se pregunta en el 53 el “esprit à la Schmitt”–. Fascismo sería cualquier intento de responder a las grandes cuestiones del mundo presente de otro modo al marxista. Esta versión oficial es la verdadera victoria de Stalin en 1945 sobre el resto de los vencedores y ganadores de aquel año, que se convirtió por ello, y a causa de ello, en el año de la verdadera decisión.
    

¡Meloni vive amancebada! O sea, que sabe de su situación tan poco como sabía “el mancebo mejicano que los sacerdotes primero alimentaron y luego sacrificaron”.

[Viernes, 30 de Septiembre