domingo, 23 de octubre de 2022

Remembranzas trevijanistas XXVI



Martín-Miguel Rubio Esteban

Doctor en Filología Clásica
    

En el año 2003 Antonio García-Trevijano escribe un libro de carácter eminentemente técnico, que supone un informe, una tesis y un descubrimiento, Donatello modela la infancia. Por razones que se me escapan, o no, pero que aún no son pertinentes revelar, el autor utiliza el pseudónimo J. A. Forte. No están claras las dos iniciales del nombre propio, y el apellido corresponde al segundo de nuestro amigo. Está editado en EDICIONES EL VISO, y la edición es bilingüe, correspondiendo la versión inglesa a la traductora Alma Starkie. El libro, que aborda como informe un tema muy concreto, nos revela que el maestro nadaba en el arte y la historia del Renacimiento italiano como pez en el agua. De este delicioso y cautivador informe técnico, editado en papel couché, podría escribirse una novela policíaca, también de carácter histórico, llena de suspense e intriga. Como un viento de gélida pureza corta las gargantas de la hermenéutica actual sobre el gran arte del Renacimiento, etiqueta con la que Burckhardt en 1860 bautizó una época. El descubrimiento de que un bajorrelieve en bronce, con la media figura de San Giovanni niño, acompañado de numerosas y abrumadoras pruebas, es obra genial del mismísimo Donatello, no sólo representa en sí un hecho transcendental sobre la obra del bajito y divino artista florentino, sino una novísima visión sobre el Arte del Renacimiento y sus irrepetibles conquistas en el campo de la belleza y la creación. Este ensueño de la infancia poética fue modelado y fundido en la “bottega” florentina que Donatello ocupó desde diciembre de 1454 a octubre de 1457, en la calle Spadai, hoy vía Martelli. Durante este mismo período el genial escultor también realizó la obra del Mercurio/David, verdadero sueño de la adolescencia andrógina.

Esta sublime obra de arte desapareció del rastro de los Médicis con ocasión de los robos, vandalismo y expoliaciones que sufrió su patrimonio artístico a la caída del poder en 1494 de Piero di Lorenzo, hijo y sucesor de Lorenzo el Magnífico. El robo tuvo que ser tan importante y extendido a la generalidad de los ciudadanos que un bando de los operarios del palacio, de 14 de julio de 1496, guardado en el Archivo del Estado, concedió un plazo de ocho días para devolver las cosas de arte sustraídas de la casa de Piero di Lorenzo y de cualquier otro lugar mediceo, o para denunciar las noticias sobre estas sustracciones, bajo pena de hurto de bienes públicos y multa de 200 florines largos, extendiendo la misma pena y la misma multa a los que hubiesen vendido o comprado dichas obras.

Este bajorrelieve en bronce del mejor discípulo de Ghiberti, con la media figura de San Giovanni niño, no tiene antecedentes en la iconografía post romana. Para Cosme de Médicis y su familia sería indudable que Donatello había plasmado en el bronce, de forma real o idealizada, el rostro del niño Lorenzo, el futuro Lorenzo el Magnífico, identificando su destino con el de Florencia, que tiene como patrón a San Juan Bautista. Donatello tomó del natural los rasgos esenciales que definen la infancia feliz del niño bien parecido, de buena familia, inteligente y favorecido por la fortuna. En su San Giovannino una fértil alma infantil se desborda desde dentro.

No existe ningún retrato infantil en la Historia del Arte que haya definido, como éste, a través de rasgos particulares, todo el universo del mundo mental y moral de la infancia poética. Es el retrato realista y espiritual de un niño delgado y asténico entregado a su sueño. Un prodigioso retrato anímico. Los romanos (v. gr. César niño, las estelas de niños muertos, relieves del príncipes en Arcos de Triunfo, etc. ) supieron representar con profunda sabiduría humanística la olímpica belleza de la infancia, una de las caras metafísicas del poliedro de lo humano, con su pico de pato y sus ojazos de lechuza extasiada, pero la Edad Media, época en donde el hombre se suicidó con un verdadero “sacrificium intellectus” y de su propia sensibilidad, marginó a los cachorros humanos como protagonistas del Arte, siendo Donatello el primero que en el Renacimiento les otorgó este soberbio protagonismo. Y resulta muy chocante que la Edad Media, cuyo espíritu plástico está montado sobre la Madre de Dios, una mujer al fin y al cabo, una mujer madre, haya marginado a los rostros infantiles de su temática artística.

Hasta ahora, en todos los libros de Arte y en las enciclopedias más ciclópeas y calepínicas –nuestra Espasa Calpe, la Británica, la germánica Paulys Wissowa, etc.– aparecía una copia en piedra del original donatelliano como un verdadero Donatello, cuando este pequeño y primoroso libro de García Trevijano deja absolutamente demostrado que lo que hasta hoy se tomaba como un Donatello es una buena copia del discípulo de Donatello, Urbano de Pietro da Cortona, un consumado maestro de la piedra. El genial original surge del bronce noble, y el San Giovannino auténtico no tiene los ojos con la mirada ciega de la copia pétrea.

Toda la Historia del Arte está llena de enigmas y misterios que esperan la pasión de un devoto, como lo era nuestro maestro Antonio García-Trevijano. La obra de Donatello sigue repleta de misterio. Florencia se había convertido en un punto de encuentro entre el mundo bizantino, que moría y huía a Italia –y también a España
, y el occidente romano. Georgios Gemistos, nacido en Constantinopla, representaba la tradición neoplatónica bizantina, que tanta impresión tuvo que causar en Cosme de Médicis que éste estableció en su Florencia una Academia Platónica libremente organizada.

Incluso resucitó la costumbre de celebrar el aniversario del nacimiento de Platón con un banquete. Cosme encontró en Marsilio Ficino un platónico fervoroso, lo mismo que en su sobrino Giovanni Pico della Miràndola –tan admirado por Tomás Moro que este santo británico tradujo una de sus biografías al inglés
, autor que en su “Oratio de hominis dignitate” intentó conciliar el paulismo con el neoplatonismo, lo que produjo un “simbolismo místico” que llena de ambigüedad pagana/cristiana todas las obras del genial Donatello (vid. su excelso David/Mercurio). El desaparecido Julio Anguita, cuya caballerosidad y clase no ha sido, desde luego, heredada por sus sucesores correligionarios, llamaba a Trevijano “un príncipe del Renacimiento”. Sin duda alguna, esta obra da una razón sobrada al atinado juicio del noble Anguita.

[El Imparcial]
 


Donatello