Erroll Garner con Clint Eastwood. Imagen tomada en Los Ángeles mientras Garner grababa una versión de "Misty" específicamente para el debut como director de Eastwood, "Play Misty for Me", lanzado en 1971
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Lo escribió Hughes, la inteligencia más pura y elegante del actual periodismo español, después del partido contra el Sevilla de Sampaoli y su bilardismo “calbo” (eso incluye el rodillazo del Papu a Valverde en una acción de comando como las de la compañía Easy para inutilizar los cañones alemanes que batían las playas de Normandía):
–Todo el peligro venía de Vinicius, con su sonrisa de Erroll Garner, aquel pianista de jazz, y su misma genialidad feliz. Él es el Erroll Garner del fútbol.
En la Semana de la Premiación, donde hasta el Barcelona se lleva las pedreas, el Erroll Garner (“Play Misty for Me”, 1971, debut de Clint Eastwood en la dirección) me parece el mejor premio fuera de concurso para el mejor futbolista fuera de concurso, Vinicius, el único que, una vez harto de fútbol, le compensa a uno las incomodidades de volver al estadio.
Entre esas incomodidades está la de aguantar al pipero (otro invento de Hughes, como el de liberalio) de al lado que se desespera cuando a Vinicius no le sale el conejo de la chistera, gaje del oficio de supremo regateador y cosa que le pasa incluso a David Copperfield, el mago capaz de echarse de novia a Claudia Schiffer, pero al que yo vi fracasar en el madrileño Palacio de los Deportes cuando intentó llevarse volando a Jesús Polanco, el “Jesús del Gran Poder” que dijera Guerra.
El pipero es víctima del Relato, que decretó en su día que Vinicius era otro meme, y, haga lo que haga, ya no va a dar su brazo a torcer, por lo que intentará hacerle la vida mediáticamente imposible. Para fingir que recula, el Relato dice que “el bueno” es Rodrygo, la triquiñuela tan española de elogiar contra alguien: el objetivo es Vinicius. Y cuando ya es todo el Madrid el que se les viene encima, entonces salen con que el Madrid es… cholista.
–A veces nos miramos demasiado al espejo –ha dicho Ancelotti, y ¿para qué queremos más?
Y así como la naturaleza, en las obras de los metafísicos, sostenía el espejo donde se miraba el hombre, el Cholo, en las obras de los relatores, sostiene el espejo donde se mira el Madrid, que tiene a Vinicius deslumbrando donde el cholismo tiene apagado a Joao Félix, que un día considerará en el espejo su rostro… y se irá, para olvidar cómo era.
En este Madrid de Ancelotti, cholista no es ni el cañón de Valverde, aleación del de Ari Haan en el Ajax de Cruyff y del de Ronald Koeman en el Barcelona de Cruyff (se lee la marca del balón en cada chut de esta gente), sólo que Valverde tiene la ventaja de Tyson, que golpeaba con ambas manos.
El origen del presunto “cholismo” madridista es una serpiente de verano (¡de veranillo de San Miguel!) como la del presunto “cachondeo” pemaniano de una beata... cachonda. “Mi querido amigo”, escribió Luis Calvo, director de ABC, a Emilio Romero, director de Pueblo: “José María Pemán, hace un mes, recibió en su casa de Madrid un ‘coup de télephone’: Era una señora. ‘Señor Pemán -le dijo-; perdone usted que le moleste, pero como usted es académico y sabe tanto de palabras, quisiera hacerle una consulta. Ayer he leído un artículo del señor Romero, en Pueblo, donde pone una cosa que me parece muy mal.’ Pemán contestó: ‘¿Qué era?’ ‘No se lo puedo decir. Me da vergüenza...’ ‘Entonces, no tiene objeto esta conversación...’ Y la señora, muy ruborizada, en tono tímido, pronunció esta palabra: ‘Cachondeo’. Y colgó el teléfono. Yo pienso en esta graciosa anécdota cuando en un libro de Tomás de Quincey me encuentro con un verso escrito en latín por ese famoso ensayista inglés: ‘Et responsum est cum cachinno’. He aquí el sucedáneo de ‘cachondeo’: Cachinno, que quiere decir: burla y carcajeo. Es decir, ‘cachondo’.”
Ya en serio, el Madrid aprovechó el sábado para presentarnos a los premiados Courtois y Benzemá. Courtois, la consolación del Premio Yashine, porque los porteros, según David Vidal, no son futbolistas (“futbolistas son los que meten los goles”). Y Benzemá, la consagración del Balón de Oro, “un premio del pueblo”, dijo él al recogerlo, como el hermano de Juan Guerra al “recoger” Rumasa. Llamar “Premio del Pueblo” al Balón de Oro es como llamar, cosa que hizo Fidel, “Playa del Pueblo” a la de Varadero. Después, el Sevilla y de nuevo el arrebato: ese arrebatarse del Madrid como un cazo de leche que te lleva por delante en tres minutos. El detonante del sábado fue el cuento bilardista de Bono para perder/ganar tiempo al reloj. El miedo es a que el Mundial pueda llevar esta euforia carlettona como el 11M se llevó la de los galácticos de Queiroz, circunstancia que aprovecharía el Relato para dejarnos en brazos del City, Mejor Equipo de la Tierra, y de Gavi, Mejor Joven de la Galaxia.
–Tócala, Vini.
El premio serio (Benzemá, frente a los cómicos del City y Gavi) estaba tan cantado que el único comentario de la escuela de Fráncfort en su lucha de clases fue el de los pelucos de Benzemá (un Red Gold de medio millón de euros) y de Lewandowski (un Unisex Casio Vintage, dorado, de cuarenta euros), lo cual indica la rápida adaptación del polaco a la austeridad catalana. Sólo una cosa resultó más estrambótica en la gala francesa: el octavo puesto de Vinicius, estrellón de la Liga y vencedor, también en París, de la final de Champions.