martes, 17 de agosto de 2021

Recuperar Kabul

Las feministas de El País (y no solo), definitivamente hartas

 

Hughes

Abc

(Escrito el domingo 15)


Mientras escribo estas pobres y temblorosas líneas, los talibanes entran en Kabul. Aunque han prometido orden en la transición, se teme una carnicería. No se les llama talibanes por nada.


El mundo no sabe qué hacer. Las personas más humanitarias se quitan las gafas de leer y oprimen sus lagrimales en gesto universal de cansancio y preocupación mientras repiten “no podemos permitirlo, no podemos permitirlo”, pero ¿quién es ese nosotros? Hay ya un nosotros global para el cambio climático, pero ¿quién mete en vereda a los talibanes? ¿Acaso China responde a ese nosotros?


Seamos quienes seamos, nos enfrentamos a un hecho terrible: las mujeres afganas verán reducidos a nada sus derechos, oprimidas como progresistas en Madrid. Podríamos decir que las mujeres afganas están hoy más lejos, infinitamente más lejos de poder leer, traducida, a Elvira Lindo y que el ideal emancipatorio de llegar a ser una brillante mujer española de izquierdas, incluso, a lo mejor, ser médica y madre, queda de repente lejanísimo para esas mujeres a las puertas de “una nueva edad media”.


¿Y qué hacen las españolas? No podemos decir que nada. La periodista Soledad Gallego-Díaz, adelantándose a la toma de Kabul, emitió un valiente artículo en el que pedía pasar a la acción, a la fuerza, movilizando la furia femenina. Tras matizar, por si hubiera alguna duda, que los talibanes no son el islam, sino una ideología aparte, opresiva (quizás más cerca de Vox que del Islam), la periodista pide movilización. Esto puede ser un hito, algo muy importante: mientras llega Kamala Harris, comandanta en jefe, el feminismo oficialista español, a la vanguardia del mundo, se hace beligerante, activo, se hace feminismo-Furia mitológica.


Los talibanes han despertado y despertarán aún más las Furias españolas. Este antagonismo, de alcance planetario, está servido. ¿Saben en Kabul y Pakistán que su mayor enemigo planetario está en España?


Pero ¿cómo responder? Invadir Afganistán en nombre de la democracia sería un poco redundante, así que habrá que ser imaginativo. Javier Solana tuiteó “Afganistán nos apela” y como el know-how lo tenemos, yo propongo (humildemente) bombardear Afganistán, pero por supuesto no con bombas, sino con un arma más poderosa, mucho más efectiva y letal para el cerebro radical heteropatriarcal: con libros. Con literatura.


Deberíamos empezar desde ya a traducir al pastún las obras de nuestros mejores escritores y escritoras actuales (en la mente de todos) y lanzarlas desde los cielos afganos para que caigan en manos de ellas, que así tendrán aliento y consuelo y la iluminación de sus hermanas libertarias españolas, y quizás en las de ellos, barbudos talibanes, que ante la revelación de las prosas prisaicas sonando en persa (¡belleza irresistible!) podrían cambiar como cambiaron las mentes y corazones de los franquistas, como cambiamos nosotros muñozmolinamente saliendo cada día de la noche negra del fascismo. ¡Enseñémosles libertad, enseñémosles igualdad, enseñémosles Estado de derecho! Hagamos con nuestra Cultura lo que los americanos no han podido hacer con sus soldados. Esta gran operación de ilustración y civilización debería ser financiada con fondos europeos (aunque esto obligue a incluir la novela de González Pons) e implicarnos a todos para lograr que en Afganistán no florezca sólo la amapola.

(Han pasado un par de días y ahora hay dos alternativas al bombardeo cultural que yo propongo: una es la batalla cromática que ha sugerido Almeida, que considera que proyectar los colores afganos en Cibeles “en garantía de los derechos femeninos” tendrá algún efecto. Otra es recibir toda la inmigración afgana que se pueda, e incluso más, opción que prefiere y abandera Baleares, que se centrará en acoger mujeres menores y preferiblemente sin padres).