Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Reunión de caciques, españolejo muerto.
El españolejo es jurista de nacimiento (cosa del roce romano, al decir de Albornoz), y el “café para todos” fue la fórmula jurídica del suarismo (¡el ismo de Adolfo Igualdad!) para resolver el problema de dos particularidades históricas disolviéndolas en el universal particularismo de cada parte de un todo.
Había que vernos, en el 77. ¡Pobre Inglaterra, sin Estado ni Constitución (escrita)! Nosotros tendríamos 17. Era una extravagancia combatir el particularismo mediante su institucionalización, y Tarradellas habló de “golpe de timón”:
–Si se acepta este régimen autonómico uniforme –dijo por carta a quien debía decirlo–, España se desmembrará y se convertirá en un Estado ingobernable.
Pero ¿cómo quitar al profesor Clavero su alegría andaluza del “café para todos”? El referéndum andaluz se perdió con las reglas de la Constitución, pero se ganó a toro pasado con una ley orgánica que corrigió con tipex la “Carta Magna”, como la llaman los pomposos creyendo que la mejoran. Mientras, algunos juristas verdaderos, ojipláticos, insistían: “La autonomía se define, a sí misma, como un potencial Estado de insuficiencia que se supera con la integración en un Estado nacional. Las regiones no pueden ser autónomas sin la ayuda del Estado. Es decir, existen autonomías regionales porque las regiones no pueden ser autónomas”. Bien, ¿y qué? ¿Somos españoles o no somos españoles? ¡Café para todos!
“Café e infusiones. Cervezas, refrescos y agua. Tinto de Salamanca y blanco de Rueda. Fruta fresca. Rosquillas de Ledesma. Sacatrapos de la Sierra con crema pastelera. Pierna de lechazo deshuesada a la miel y romero y castañas del Bierzo. Roast beef de lomo de ternera morucha con puré de reineta. Morcilla de burgos. Cecina de León. Farinato de Ciudad Rodrigo. Lomo ibérico de Guijuelo, queso de Hinojosa de Duero...” Es, de abajo arriba, el último menú de los caciques autonómicos para “implementar” medidas contra las libertades de los españoles.
[Martes, 3 de Agosto]