martes, 16 de junio de 2015

Bárbaros



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

No es exterminando a los hombres civilizados del siglo cuarto como los bárbaros consiguieron destruir aquella civilización.

Les bastó –recuerda Tocquevillecon interponerse entre ellos, y aislándolos, hacerles extraños los unos a los otros.
¿Qué clase de bárbaros son esos gorrillas que el Pueblo (el Pueblo se llama Pdr Snchz) ha metido en los Ayuntamientos?

Son los bárbaros de la barbarie socialdemócrata, cuyo relativismo terminal (no creer en nada) incluye a los bárbaros de la Academia que permiten conjugar como “destituir” el intransitivo “cesar”, para jolgorio del periodismo juvenil, que puede escribir que en Madrid “han cesado” a Zapata, el Bárbaro.

En las partidocracias, con su sistema de listas, el acta de concejal pertenece al partido, por lo que si Zapata sigue siendo concejal es porque el partido interioriza su pensamiento, resumido en unos tuits (God save the Wittgenstein!) “sin contexto”.
En la escritura no escrita el texto está fuera –explica un experimentador de la escritura, el sevillano Castillejo–. En la escritura escrita el contexto está fuera.
Sin empezar a trabajar (¡arreniégote, demonio!), Zapata renuncia a la Cultura (me da que eso lo lleva haciendo toda su vida), pero no a la Concejalía cuyo desempeño prometió con un latinajo tomista, “Omnia sunt communia”, que le salió a Errejón en una galleta del restaurante chino.
“¿Todo pertenece a todos?” –se burla Stirner–. Esa proposición procede de una teoría idiota. A cada cual pertenece sólo lo que él puede.

¿Qué puede Zapata?

A la turba la emociona encontrarse con la abuela Carmena en el Metro camino de su Camelot en Cibeles para jugar a “Bola de fuego”. Pero a mí me emociona más la defensa numantina (¡española!) que Zapata hace de su nómina, que seguramente sea la primera, y además, estatal.
Para un español, por delante de todo ideal revolucionario (¡cuesta tanto ser casta!), irá siempre el muy reaccionario “¡A mí que no me toquen el cocido!”