viernes, 26 de junio de 2015

Labios

Castellanos en América huyendo de mujeres que leían los labios


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

La frase parlamentaria de la legislatura acaba de soltarla, en medio de un “speech”, María Soraya:
Deje de insultarme, que le leo los labios.
Por fin, alguien del gobierno que presume de leer algo que no sea el “Marca”. Y a los cronistas parlamentarios les bailan los ojos como dos bolitas de alcanfor, a lo Marujita Díaz.

¡Ah, mujeres de Castilla!

María Soraya se lo dijo a un tal Hernando, que tiene cara de pobre, pero yo, que soy de Burgos, vi en él a Bernal Díaz del Castillo tomando el primer barco para escapar, no a la pobreza en Medina del Campo, sino a alguna mujer que le leía los labios, que es por lo que se conquistó América, donde, con el clima, la mujer dejaba de ser máquina de regañar para cantar “Am I blue” junto al piano de Hoagy Carmichael y silabear como la bicha del Génesis:

No tienes que representar ningún papel conmigo, Steve. No tienes que decir nada ni hacer nada. Sólo silba. Sabes silbar, ¿no? Juntas los labios y soplas.
Lo más parecido a la Bacall que ha dado España es Ortega hablando del “estilo” en el despacho de Américo Castro. Dice Gecé, testigo del encuentro, que Ortega le vapuleó a través de sus finos labios, despectivos y acogedores, y su suave acariciamiento, con los dedos, el pulgar y el índice, de un ala de su nariz.
Gecé amaba al Ortega de “El Sol”, el que norteó su nacionalismo “hasta convertirlo en fascismo”.

El que, al pedirle yo auxilio, en la puerta de su revista (hoy Casa del Libro, parnasillo, también, de “Barbijaputa”), me dijo: “A usted hay que dejarle ya solo”.

Y no volvió a verlo más.

Con su “¡Que le leo los labios!”, corolario de la sobriedad castellana (“esa agonía de quien presiente el mar y lo sabe muy lejos”, dicha por Ruano), la jefa de la Inteligencia Nacional tiene a los parlamentarios con la mano en la boca (¿van a toser o a hablar?), como le pasaba a Karanka con Mourinho.
Justo ahora que viene Pablemos, orador de verbo rizoso, de ‘habla bonita’, de arpegios pajaroideos.