lunes, 29 de junio de 2015

Corralito




Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    La ola de calor sólo es el preludio de la ola de tontos útiles vestidos de lord Byron que se nos vienen encima con el corralito griego.

    En la Facultad de Periodismo no enseñaban periodismo, pero daban muchos apuntes de Schumpeter, el economista que observó que la gente más inteligente en su vida privada se volvía completamente idiota en la vida política, cosa que Schumpeter achacaba a que votar (“votar es comprar”) sale de balde.

    –Si es gratis, póngame un Varoufakis.
   
 Pero un Varoufakis no se pude echar ni en un gintónic de los de Ramírez, que son como el sombrero de una sufragista inglesa.

    Que Varoufakis era un farsante se veía venir cuando quiso refutar la fábula de la cigarra y la hormiga dando por hecho que la hormiga curra, y la cigarra, no. La cigarra canta, pero lo hace para morir, con lo cual ¿qué sentido tendría para ella almacenar comida como una reponedora del Dia?

    –Con Gago, nos ha tocado la lotería –declaró Calderón, el “senador de Massachusetts” (Palencia), cuando fichó para el Madrid al medio centro argentino.

    Es lo mismo que declaró Zapatero (“nos vamos a forrar con los intereses”) cuando prestó a Grecia el dinero que aquí no teníamos. Zapatero aprendió economía “en dos tardes” con Jordi Sevilla, quien, por cierto, regresa a la política de la mano de Pedro de la Preveyéndola, que ahora recuerdo que esto también venía en la doctrina de los ciclos del buen Schumpeter.
    
Ante el corralito griego, lo justo sería vestir a Zapatero de cobrador del frac y mandarlo a perseguir a Varoufakis, ese farsante que, conocedor de su propia farsa, va de macarra por los despachos para intentar imponerse física y moralmente en Europa, donde no le faltan seguidores.

    –Es un as de la teoría de los juegos –te dicen los del “think tank” de Ciudadanos, que no saben, porque son de Barcelona, lo bien que El Jaro jugaba al futbolín.
    
Para salvar el comunismo, del Rastrillo de Podemos salen hacia la Hélade la beca de Errejón y las faltas de ortografía de Pablemos.