miércoles, 17 de junio de 2015

"Er tiro"

La foto de Belmonte en Casa Salvador


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Ya sé que los lémures no hacen eso, pero Harold Bloom dice lémures y tampoco es plan levantarse a comprobarlo.

Para Bloom, los lémures son los miembros de la Escuela del Resentimiento (España no es hoy otra cosa) que hacen lo mismo que esos roedores: “Cuando uno se lanza por el precipicio, todos le siguen”.

Camino del precipicio, recibimos de mano de Andrés Amorós la carta definitiva sobre la muerte de Juan Belmonte, que “se suicidó de un solo disparo por encima de la oreja derecha”.
Pue... pue entonces no queda má solución que er tiro; er tiro y er montoncito de tierra... er montoncito... –fue su aviso de suicida que tiene resuelto el único problema filosófico importante, que es el suicidio.

Esa foto de todas las vísperas está en un rincón de Casa Salvador, donde tertulianeaban los de José y Juan (hoy, los de Juan y Juan), y a mí siempre me da por reparar en ella en la sobremesa, que es cuando (después de comer, dicen los volterianos) dan ganas de creer en Dios.

Yo he aprendido, dándome cuenta de que vivo, a sentir el máximo respeto por los suicidas –dice Ruano–. Respeto, inquietud filosófica y terror católico.
Tiene uno que haber estado muy cerca del toro para ver clara la salida que señala Belmonte.
“¡Er tiro!” (Que en la socialdemocracia es “er tirito”).

Mondeño conoció a Belmonte en un festival benéfico en El Puerto: “Durante la copa, el maestro preguntó a un médico si muere en el acto uno que se pegue un tiro en la sien. El doctor dijo que no, que la muerte más segura era por detrás.” A las dos o tres semanas, Mondeño toreaba otro festival en Logroño y recibió de madrugada el recado de que Belmonte había muerto.

“The Guardian” informa de la retirada de Durkheim de las universidades inglesas porque su estudio del suicidio estresa a los alumnos.

Dice el chino Ken Hom (p… amo del “wok”) que un día, impartiendo a un grupo de aspirantes a chefs la clase “Cómo matar un pollo”, la mitad se desmayó, y la otra mitad… le denunció.