Luto en Gamonal...
...y en Santa Cruz de Juarros
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Gamonal, el pueblo que fue batalla contra el francés, brotó en los 70 como una especie de confederación de tribus convirtiéndose en el barrio mas “populoso” de Burgos. Allí fueron a parar los serranos, los ribereños, los de la Ribera, los de la Bureba, los de la parte de Villadiego, los Juarreños... Todos con su prole, a trabajar en las fábricas del Polo de Promoción. Aquellos padres procuraron nuestro sustento y nuestros libros trabajando sin veranos en la playa y sin carné de conducir. En julio y agosto volvíamos en coche de línea a nuestro pueblo y al llegar a mocetes nos acercábamos a las fiestas del de nuestros amigos.
Dicen los clásicos que amigos, amigos, pocos. Si acaso uno ó dos. El amigo es Juanjo, el Gaitu, con quien tanto fútbol he visto y con quien tanto discuto. Más de diez años viéndonos todos los días porfiando entre claretes hicieron que cuando queríamos decirnos algo importante bastara con mirarnos. El padre del amigo era José Luis, que tenía una cama en Santa Cruz de Juarros para el amigo del hijo.
Como nuestros padres, sigo veraneando en el pueblo, y con más de 25 años de exilio voluntario, no he vuelto a Córdoba sin visitar al padre del amigo. Ya no podrá ser. Ya no volveremos a reír recordando peripecias cuando hacíamos radiadores Garza..., porque José Luis nos llevó de la mano un verano, recién cumplidos los 18, a ganar los primeros sueldos con nómina a “su fábrica”. ¡La risa de José Luis! La risa retrata mucho y a José Luis daba gusto verle reír. Reía y ya sabías que era buena persona. Aunque fuera la primera vez que le vieras. Cuando quería ser escuchado avisaba con un “aguárdate” tocándote el brazo, pero era tan escéptico que todo acababa en risa y “vaya unos cojones”. Se le iluminaba la cara con el mirar limpio de las serenas conciencias. No tengo noticias de que haya reñido nunca, ni que haya faltado a alguien, ni que uno hable mal de él. Era un buen hombre al que querían y respetaban en Gamonal y el Capiscol, a donde antaño solía ir a la bolera.
Fue minero en los Juarros, obrero en la fábrica de estufas Garza y en sus últimos años en activo, cuidó el Soto de Castañares, al que iba en bici de señorita. Veterano viudo con más de treinta años de antigüedad, fue castellano viejo que apostó por la formalidad ante todo. No dio el mas mínimo quehacer a sus tres hijos. Se cuidó y se guisó solo. Alegró los ratos de los “compañeros” -llamaba compañeros a su cuadrilla de vinos-, no incomodó jamás y yo nunca he dejado de quererle.
Estos últimos julios le buscaba en el Sebas para tomar un blanco antes de comer y como alternaba con gente de ley, la cosa acababa con media docena de vinos porque nadie aceptaba ir a casa antes de pagar su ronda.
Murió de repente y sin avisar. Los “compañeros” lo echaron de menos. Cuando los hijos entraron en casa el ya se había ido. Sin ruido, sin fatigas, sin molestar...
-Como el quería, Gaitu, Lupe y Mari. Como el quería.