Mirad los gatos del cielo, que no leen, ni citan, ni frecuentan tertulias, y, sin embargo,
vuestro Padre celestial los alimenta...
Hughes
En un mundo tendente a la cursilería más disparatada, el libro sirve siempre de refugio. Es el único sitio donde poder estar solo. De hecho, cada vez más el libro se dibuja como la forma razonable de soledad. La tecnología parece estar preocupada por unir, enlazar, comunicarnos. Todo nos acerca al otro o nos lleva a los demás. No hay un invento humano que no tenga el propósito de acercarnos. Esto, obviamente, es de un loable progresismo, pero la soledad se está quedando sin estructura. Y el libro era eso, infraestructura del solitario. Cuando a casa venían las visitas el niño se agarraba al libro para tener la excusa.
-¿Usted cuándo lee?
-Pues mayormente cuando viene mi cuñado a casa.
El libro empieza a ser antihumano. De hecho, la única forma de no ver a nadie es mirar el libro. Al poco, la lectura nos suele despertar un vago sentimiento de fraternidad que desaparece en cuanto irrumpe de nuevo el ser humano.
Yo leo por poder estar solo y la verdad es que sobre todo miro el libro. A veces hasta consigo leer y si me entero de algo ya me siento inteligentísimo y normalmente eso me hace tener ganas de salir a la calle a lucirme.
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