Luego, hablando él aún, vino Iker, que era uno de los doce, y con él muchos periodistas con micrófonos y grabadoras, de parte de los principales sacerdotes y de los escribas y de los piperos. Y el que le entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo besare, ése es; prendedle, y llevadle con seguridad. Y cuándo vino, se acercó luego a él, y le dijo: Diego, Diego. Y le besó.