On the road
Pedro Ampudia
Después del exorcismo del miércoles, en el que el padre Karras de Setúbal había expulsado los demonios y terminado con el mito diabólico de la posesión, pillaron a Xavi Hernández echando espuma por la boca y a los chicos de Cebrián hablando en lenguas extrañas. El País es el Frisco de esta Beat Generation en la que traducimos "beat" por martillear a Mourinho y Valdano es el Neal Cassady al que todos quieren gustar. Generación armónica en lo ideológico, pero ecléctica en lo estilístico. El periodismo mágico y austral de Diego Torres que ha fabulado en Valdebebas su Macondo. El revisionismo histórico de Carlin, ese Ian Gibson de lo deportivo que en vez de buscar la tumba de Lorca anda cavando una para enterrar a Mourinho. La muchacha italiana que ha tomado de Pavese nada más que un título, laborare stanca. Segurola, el hombre que susurraba al oído de los piperos, es el Henry Miller sin Anaïs ni June que no está pero que está de referente y guía.
En medio de la agitación y la propaganda recibía el Madrid al Zaragoza, y a uno le venían a la cabeza el Principito Sosa, Cedrún, Esnaider y aquel gol de Nayim que dejara helado a David Seaman y sin palabras a Nick Hornby. Parece claro que para los maños cualquier tiempo pasado fue mejor. Vestidos de abejas hicieron lo que cabría esperar, tras el aguijonazo la muerte. No quisieron el Zaragoza ni el Madrid contradecir a la naturaleza. La movilidad de Granero y Kaká sirvió para maquillar el alarmante estado de forma de Alonso que acentúa su lentitud genética. Özil volvió a demostrar que, cuando la inspiración le acompaña, cada uno de sus movimientos es un haiku y que en la suavidad de sus gestos se esconde una División Panzer. Volvió a marcar Cristiano y consiguió por fin el reconocimiento del Bernabéu aunque haya tenido que ser gracias a eso que Hughes llama "enseñar el muslo".
Dos horas después de acabar la faena de aliño del Madrid, el Barcelona abandonaba El Madrigal a siete puntos. En estas tesituras, el Barça acostumbra a dejar caer los brazos como Rafael de Paula en una verónica. Guardiola se enfrenta por primera vez a esta coyuntura de ser el perseguidor en vez del perseguido y es ahora cuando le toca alimentar su leyenda o echarla abajo. Leo Messi salió muy enfadado, pues el árbitro no le pidió la camiseta, y nos hizo saber que ha aprendido palabras nuevas, soberbia. Estamos esperando que alguien salga a decir que la liga española es un trofeo menor.
Ginsberg, el poeta de la Beat Generation auténtica, escribió aquel aullido que serviría para retratar lo que el madridismo underground ha sido en los últimos años.
"He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, histéricos famélicos muertos de hambre arrastrándose por las calles, negros al amanecer buscando una dosis furiosa, cabezas de ángel abrasadas por la antigua conexión celestial al dínamo estrellado de la maquinaria de la noche, quienes pobres y andrajosos y con ojos cavernosos y altos se levantaron fumando en la oscuridad sobrenatural de los departamentos con agua fría flotando a través de las alturas de las ciudades contemplando el jazz".
Ya llueve menos.
En La Vida por Delante
Después del exorcismo del miércoles, en el que el padre Karras de Setúbal había expulsado los demonios y terminado con el mito diabólico de la posesión, pillaron a Xavi Hernández echando espuma por la boca y a los chicos de Cebrián hablando en lenguas extrañas. El País es el Frisco de esta Beat Generation en la que traducimos "beat" por martillear a Mourinho y Valdano es el Neal Cassady al que todos quieren gustar. Generación armónica en lo ideológico, pero ecléctica en lo estilístico. El periodismo mágico y austral de Diego Torres que ha fabulado en Valdebebas su Macondo. El revisionismo histórico de Carlin, ese Ian Gibson de lo deportivo que en vez de buscar la tumba de Lorca anda cavando una para enterrar a Mourinho. La muchacha italiana que ha tomado de Pavese nada más que un título, laborare stanca. Segurola, el hombre que susurraba al oído de los piperos, es el Henry Miller sin Anaïs ni June que no está pero que está de referente y guía.
En medio de la agitación y la propaganda recibía el Madrid al Zaragoza, y a uno le venían a la cabeza el Principito Sosa, Cedrún, Esnaider y aquel gol de Nayim que dejara helado a David Seaman y sin palabras a Nick Hornby. Parece claro que para los maños cualquier tiempo pasado fue mejor. Vestidos de abejas hicieron lo que cabría esperar, tras el aguijonazo la muerte. No quisieron el Zaragoza ni el Madrid contradecir a la naturaleza. La movilidad de Granero y Kaká sirvió para maquillar el alarmante estado de forma de Alonso que acentúa su lentitud genética. Özil volvió a demostrar que, cuando la inspiración le acompaña, cada uno de sus movimientos es un haiku y que en la suavidad de sus gestos se esconde una División Panzer. Volvió a marcar Cristiano y consiguió por fin el reconocimiento del Bernabéu aunque haya tenido que ser gracias a eso que Hughes llama "enseñar el muslo".
Dos horas después de acabar la faena de aliño del Madrid, el Barcelona abandonaba El Madrigal a siete puntos. En estas tesituras, el Barça acostumbra a dejar caer los brazos como Rafael de Paula en una verónica. Guardiola se enfrenta por primera vez a esta coyuntura de ser el perseguidor en vez del perseguido y es ahora cuando le toca alimentar su leyenda o echarla abajo. Leo Messi salió muy enfadado, pues el árbitro no le pidió la camiseta, y nos hizo saber que ha aprendido palabras nuevas, soberbia. Estamos esperando que alguien salga a decir que la liga española es un trofeo menor.
Ginsberg, el poeta de la Beat Generation auténtica, escribió aquel aullido que serviría para retratar lo que el madridismo underground ha sido en los últimos años.
"He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, histéricos famélicos muertos de hambre arrastrándose por las calles, negros al amanecer buscando una dosis furiosa, cabezas de ángel abrasadas por la antigua conexión celestial al dínamo estrellado de la maquinaria de la noche, quienes pobres y andrajosos y con ojos cavernosos y altos se levantaron fumando en la oscuridad sobrenatural de los departamentos con agua fría flotando a través de las alturas de las ciudades contemplando el jazz".
Ya llueve menos.
En La Vida por Delante