Hughes
Un abogado quiere investigar los viajes de Pascual Sala por el mundo. Le animo a hacerlo. Encontrará que viajaba solo o, como mucho, que en algún hotel reservó habitación para dos: él y una señora algo ajada ya, pero de buen ver: la Constitución. Y no encontrará más. Late en este recelo una incomprensión. El TC es el sastre que tiene que ir metiendo el dobladillo o arreglando la sisa de las costuras legales del país y para eso se tira mucho del derecho comparado.¿Y cómo se compara uno con el otro si se queda en casa? Si la sociedad se empeña en la vía quebecois, ¿no habrá que ir allí a ver qué es eso? ¿Ha de renunciar España a las finuras y exotismos del constitucionalismo indonesio? ¿No le podrán ser útiles en un futuro con Bildu? ¿No habrá que girar visita a las constituciones hermanas de América? La Constitución es un texto vivo, nos dicen, y como viva que está tiene que viajar. Quienes critican desean una constitución cateta, castizona y ombliguera, en casa y con la pata quebrada, un constitucionalismo de biblioteca y un presidente que se pase el día recitándola como un imán ¿Pero no viajó la Pepa? ¿Y no la sacaron por el mundo otros señores? Gracias a don Pascual, de nuestra constitución puede decirse otra cosa más: que está viajada.
En La Gaceta