Jorge Bustos
Estimados adalides. Estando como está la Cultura amenazada por un complot fascista, me parecería impertinente que os marcharais de veraneo. El activismo no admite recesos porque en cualquier momento puede ocurrir lo peor y que te pille con la causa desatendida. Imagina, Willy, que te invita Raúl Castro a pasar un par de semanas agosteñas en Varadero y a los dos días de aterrizar va un esbirro de Mohamed y apaliza por sorpresa a un saharaui. O resulta, Javier, que coges el vuelo desde tu mansión londinense a Los Ángeles porque hay timba en casa de Matt Damon y las hordas peperas van y aprovechan tu distancia ultramarina para vaciar los teatros de la capital de España sin encontrar una resistencia antifascista debidamente galvanizada.
¿Quién negará que la Cultura, las Minorías, la Paz, la Redistribución de la Riqueza o el Mejoramiento Democrático son ideales por los que sacrificar vida y hacienda? Con mayor motivo cuando existen fuerzas reaccionarias que acechan los frutos siempre frágiles de la Ilustración, que se custodian en el Círculo de Bellas Artes.
–Admitir como posible un complot de carácter fascista en un país de nuestro individualismo berebere, en el que no existe una sola clase social dispuesta al menor sacrificio por la patria, es partir del supuesto de que la luz de las estrellas es aprovechable para alumbrar nuestras salas de teatro –escribió Manuel Bueno, el periodista que mancó a Valle-Inclán y al que pasearon en la guerra los milicianos, por fascista, evidentemente.
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