Francisco Javier Gómez Izquierdo
Tras un desfile de compradores ecuatorianos, italianos, madrileños y demás pícaros en busca de tesoros imposibles, llegó a Córdoba un señor con barba de las Canarias. Hizo el paripé de comprar, pero en realidad se hizo cargo de la deuda de un club gestionado como es costumbre en el siglo. Llegaron también los administradores concursales y se fueron futbolistas con buena paga y el triste fútbol del entrenador Lucas Alcaraz, ese hombre empeñado en hacer padecer. No hay más que ver la soltura de Juan Callejón –el gemelo de José- en el Hércules, lejos de la traba de Lucas.
Carlos González, el canario presidente, trajo a Paco Jémez, por ser barato, de Córdoba y valiente. En realidad, Paco Jémez es entrenador para equipo grande. Saca a sus hombres como si fuera el Madrid o el Barça y la insolencia es agradecida por el público, pero Paco tiene un problema con la defensa. La presión que pide a los jugadores exige una concentración sin un gramo de relajación y como su ejército suele ser inexperto y no sobrado de calidad, acontece que el portero Alberto mide mal una salida que cuesta tres puntos. Cristián, un jornalero del que no se sabe si es defensa derecho como empezó en Tarrasa o extremo como jugaba en Cádiz, no suele mirar la salida de los centrales Tena y Gaspar, tándem experimentado que gustaba de las artes de Lucas, y rompe el fuera de juego en más ocasiones de las permisibles. Alberto Aguilar, Borja, López Silva y sobre todo Javi Hervás, un chico que dará que hablar, hacen bien las tareas. Han podido con sus rivales almerienses y vallisoletanos, dos centros del campo llamados a estar arriba, pero nos falla la delantera. Paco y el cordobesismo confía mucho en Charles, un brasileño al que veo correcto para la División, pero al que le faltan muchas cosas para poder sacar millones por su venta, como sueña la Presidencia. Pepe Díaz es un chico de la casa que encoja más de la cuenta. En quien quiero confiar es en Patiño, un zagal del aire de aquél Alfaro con camisetas de roquero que llegó a jugar en el Atleti. Patiño viene del fútbol modesto madrileño. Del San Sebastián de los Reyes. Es de esa casta de estajanovistas como el alcorconero Quini ó el bético Jorge Molina. Tipos que viven a rachas y cuando cogen una buena, pasan a regularizar sus goles.
El Córdoba precisa tres cosas a corta plazo: un portero que al parecer ya está fichado en Costa Rica. Dudosa tierra para producto tan especial. Se llama Carlos Arias y vamos a tenerle confianza. Un lateral derecho que se puede encontrar en la cantera; y suerte con el gol, pues ocasiones se hacen y muchas. Borja, Javi Hervás, Taira, Patiño, el lateral izquierdo -especie a proteger- Fuentes... tienen 20 años y mucho tiempo por delante.
Estoy convencido de que Paco Jémez será llamado a más nobles tareas. Pongamos Sevilla, Valencia, Villarreal o Atleti. Para mí que es el entrenador ideal del Atleti. A los abonados del Córdoba nos toca tener paciencia. Somos pocos en la grada y no tenemos hechos los jugadores. Por lo tanto, paciencia. De momento yo me estoy divirtiendo. Y eso que no ganamos.
Tras un desfile de compradores ecuatorianos, italianos, madrileños y demás pícaros en busca de tesoros imposibles, llegó a Córdoba un señor con barba de las Canarias. Hizo el paripé de comprar, pero en realidad se hizo cargo de la deuda de un club gestionado como es costumbre en el siglo. Llegaron también los administradores concursales y se fueron futbolistas con buena paga y el triste fútbol del entrenador Lucas Alcaraz, ese hombre empeñado en hacer padecer. No hay más que ver la soltura de Juan Callejón –el gemelo de José- en el Hércules, lejos de la traba de Lucas.
Carlos González, el canario presidente, trajo a Paco Jémez, por ser barato, de Córdoba y valiente. En realidad, Paco Jémez es entrenador para equipo grande. Saca a sus hombres como si fuera el Madrid o el Barça y la insolencia es agradecida por el público, pero Paco tiene un problema con la defensa. La presión que pide a los jugadores exige una concentración sin un gramo de relajación y como su ejército suele ser inexperto y no sobrado de calidad, acontece que el portero Alberto mide mal una salida que cuesta tres puntos. Cristián, un jornalero del que no se sabe si es defensa derecho como empezó en Tarrasa o extremo como jugaba en Cádiz, no suele mirar la salida de los centrales Tena y Gaspar, tándem experimentado que gustaba de las artes de Lucas, y rompe el fuera de juego en más ocasiones de las permisibles. Alberto Aguilar, Borja, López Silva y sobre todo Javi Hervás, un chico que dará que hablar, hacen bien las tareas. Han podido con sus rivales almerienses y vallisoletanos, dos centros del campo llamados a estar arriba, pero nos falla la delantera. Paco y el cordobesismo confía mucho en Charles, un brasileño al que veo correcto para la División, pero al que le faltan muchas cosas para poder sacar millones por su venta, como sueña la Presidencia. Pepe Díaz es un chico de la casa que encoja más de la cuenta. En quien quiero confiar es en Patiño, un zagal del aire de aquél Alfaro con camisetas de roquero que llegó a jugar en el Atleti. Patiño viene del fútbol modesto madrileño. Del San Sebastián de los Reyes. Es de esa casta de estajanovistas como el alcorconero Quini ó el bético Jorge Molina. Tipos que viven a rachas y cuando cogen una buena, pasan a regularizar sus goles.
El Córdoba precisa tres cosas a corta plazo: un portero que al parecer ya está fichado en Costa Rica. Dudosa tierra para producto tan especial. Se llama Carlos Arias y vamos a tenerle confianza. Un lateral derecho que se puede encontrar en la cantera; y suerte con el gol, pues ocasiones se hacen y muchas. Borja, Javi Hervás, Taira, Patiño, el lateral izquierdo -especie a proteger- Fuentes... tienen 20 años y mucho tiempo por delante.
Estoy convencido de que Paco Jémez será llamado a más nobles tareas. Pongamos Sevilla, Valencia, Villarreal o Atleti. Para mí que es el entrenador ideal del Atleti. A los abonados del Córdoba nos toca tener paciencia. Somos pocos en la grada y no tenemos hechos los jugadores. Por lo tanto, paciencia. De momento yo me estoy divirtiendo. Y eso que no ganamos.