viernes, 15 de julio de 2011

Homero y Julián en Pamplona

Homero

Julián, el que más manda. En Madrid abrió su actuación con Amador, un Ortigao Costa que había pasado con problemas como sobrero para la corrida del Puerto de San Lorenzo la tarde anterior, y la cerró en Beneficencia con un formidable imperdible a un torete de Victoriano del Río, tres de cuyos toros rechazados en Madrid por falta de trapío se han lidiado en la Feria del Toro pamplonica, donde Julián se ha llevado un cubo de orejas. Veamos:

Nuevamente lección de torería y maestría a cargo de El Juli, donde nuevamente sale en hombros

Seis toros de Núñez del Cuvillo, de muy desiguales hechuras. Cuarto y quinto dieron juego con distinto estilo. Se echó el segundo [de Julián, casualmente]

El Juli cambió el signo trágico de la tarde en la escena siguiente. Sin demora: se levantó viento, no importó, Julián atacó de salida, le bajó las manos al toro en lances entregados a la verónica –de templarse y ganar pasos-, brilló con genio en un quite ajustado y airoso por chicuelinas –preciosa la media de remate- y al tiempo que timbal y clarines tocaban a muerte ya estaba en los medios brindando al público el cuarto y último de los toros que mataba en la feria.

De resolución inmediata y segura, la faena estaba encendida al tercer muletazo, pero graduada para que el toro, apenas picado, no se reventara en lo que iba a ser una doma de látigo y seda, y una cascada de emociones. En los medios, por las dos manos, a pies juntos, a suerte cargada, a toro ligado sin perderle pasos, en péndulos, en trenzas, molinetes y trincheras engarzados como cuentas: un juego de manos y abalorios, de lento trazo. Pasión de El Juli, a quien llegaban a coro los olés de la gente de sol y de sombra. La chispa del toro fue cómplice. Una estocada trasera al salto. No se podía ir el toro. No se fue.

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DEL DIOS TORO
Madame Batterfly
...El Juli desatado pero dueño de sí, como suele, para volcar el ambiente como si el toreo fuera una tragicomedia –algo de eso hay siempre- y para sembrar emociones como una carcasa de fuegos de artificio que explotan por todas partes y todo lo iluminan: en capote a la verónica, un quite de chicuelinas buenas, una faena de arrojo, cerebro y poder, un ritmo trepidante y despacioso, la imaginación desbordada en comunión con quince mil gargantas subrayando la cosa toda...

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Y para nota:

El Juli estuvo soberbio con el quinto... descomunal de encajado y fino. Mil veces mejor que el otro día... Inspirado final de trincherillas, a modo de molinetes zurdos. Cumbre Julián. La Estocada se le pasó por asegurar. Muy trasera y baja. Pero de las veces que cuando un tío está de esa manera en faena tan redonda hay que correr un tupido velo. Me encantó El Juli. Y a toda la plaza. No tuvo ninguna opción con el primero que se echó.

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El julipié más caro de la historia de la Beneficencia en Madrid