Ignacio Ruiz Quintano
Abc
De repente, en Madrid, nadie quiere tener 27 años, porque alguien ha dejado caer en Twitter que es una edad maldita, cuando toda la vida de Dios los 27 años han sido para un futbolista como los 25 años para un torero: la edad en sazón. ¿Qué pasa? ¿Que ya nadie quiere ser torero ni futbolista? El caso es que a la edad de 27 años ha fenecido Amy Winehouse. Es la misma edad a la que murieron Jim Morrison, Jimi Hendrix, Janis Joplin, Kurt Cobain y Brian Jones. Demasiados mármoles. “Pero venid aquí, hombre –decía la egabrense Carmen Calvo, que era ministra, a los periodistas en la inauguración del Museo Picasso en Málaga–. ¿Habéis visto qué mármoles, eh?” Y les mandaba a mirar al suelo. ¡27 años! Pasar de esa edad sano y salvo sería como declararse un membrillo musical. “¿Cuándo fue la última vez que cumpliste 27 años?”, le pregunté la otra noche a Lou Marini, que andaba con el saxo al cuello en “Clamores”. ¡Ah, la generación de los 27! Su Góngora, desde luego, es Jimi Hendrix. En la Residencia de Estudiantes, que es como el Rock-Ola de las letras, llevan viviendo, como quien masca un chicle, setenta años del 27. ¿Conseguirán las salas de música estar muriendo setenta años de los 27? 27 años para los músicos, y para los demás, 37. Ésa sería, según José Martí, la edad fatal para tantos hombres de genio: a los 37 murió Watteau, de tuberculosis, en París; a los 37, cuando pintaba el cuadro más bello del mundo, “La Transfiguración”, murió Rafael; y a los 37 murió el gran Byron de la turbulencia y el arrebato románticos. 27, 37… Ahora que la democracia había conseguido alargar en seis años la vida de los españoles...
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