José Ramón Márquez
“Menos es más”, dejó dicho el inmortal Mies Van der Rohe. Y cuánta razón llevaba el hombre, que no se sabe quien habrá engañado al pobre Mas para tomar la alternativa. Claro que también podría haber dicho el influyente arquitecto “Menos es Parladé”, birria de torillos, afrenta para los que pagamos unas entradas en las que pone “corrida de toros”, que ya no sabemos si estaban anunciados los toros de Parladé o de Parla, sin dé, y que para más INRI uno de los toros se llamaba Asquito, que ya puestos podían haberse llamado igual los seis; o también “Menos es Urdiales”, torero disminuido y desaparecido cuando se anuncia con las cabras locas de Domecq, o “Menos es Tejela”, que uno no sabe, por más vueltas que le damos al asunto, de dónde le puede venir la fama y el cartel a este hombre.
Por lo demás, el parte de guerra es aburridamente igual que el de los demás días: si entre esas basuras bovinas sale uno medio aprovechable -caso del cuarto-, nadie lo aprovechará. Los picadores alanceando, como el Conde de Tendilla en el siglo XVI, que tan sólo faltaba en Las Ventas echar una escuadra de alabarderos por delante para ser testigos de una de las formas más antiguas de toreo. El frío de la tarde desapacible calando hasta los huesos y el espectáculo que no levanta el vuelo, como un demoníaco déjà vu de tantas tardes, de tantas ferias.