José Ramón Márquez
La novillada la medio mataron hoy los del botijo como pudieron. Uno se llama Juan, otro se llama Pedro y el otro, ya te lo he dicho. La novillada tenía un algo, un no sé qué que molestaba. Es que hay que ver. Con la cantidad de toritos de Domecq que hay por ahí, en el campo, con los Juampedros tan recogidos, el boniro, el chiquito, el suavito, el probón, y aquí salen hoy esos novillos maleducados, que no hay quien haga el toreo con ellos, que ni te dejan ponerte, que ni te dejan estar, que es una vergüenza estos novillos tan malos, que se te echan encima como las vaquillas en los pueblos cuando menos te lo esperas, que te vas a ponerles banderillas y te acosan hasta que te tiras de cabeza al callejón, que les metes tres estocadas y se van a los corrales con Florito y con los bueyes y con la boquita cerrada. Es que esto hay que prohibirlo, hombre. Es que con esto no hay quien se ponga bonito ni haga arte, ni pare los relojes, salvo los de los picadores, por los leñazos que se meten al caer, que es que se les paraba el Seiko del piñazo que se llevaban por culpa de los novillos. Que es que no hay derecho, por Dios.
Pero resulta que, para quien quiera verlo, esta novillada de hoy contiene en sí misma una fábula moral: el toro da todo lo que tiene en los diez o doce minutos postreros de su vida; enfrente tiene a un tío, animal racional, que lleva desde los ocho años -excepto en el caso de Cayetano- ensayando, toreando de salón, toreando vacas, algún novillejo por ahí, novilladas sin y con picadores, atendiendo consejos de toreros fracasados y de taurinos de toda laña, escuchando a ponedores y tragaldabas variados, es decir, que supuestamente el chico está aprendiendo un oficio que le servirá para que cuando le salga un bicho que viene a dar todo lo que tiene -de bueno o de malo- sea capaz de estar frente a él y salir airoso del encuentro. Bueno, pues resulta que hoy en día parece ser que a los toreros se les enseña sólo a hacer monerías frente a un toro pastueño, bobo, estúpido y colaboracionista, y cuando el pobre bicho se sale del guión todo se viene abajo, porque la base principal, el oficio -lo que los tontos llaman la técnica- no existe, ni se les ha inculcado a los toreros ni lo conocen. Sólo les han inculcado la habilidad para dar excusas ante un micrófono, que es una asignatura troncal en las deplorables escuelas taurinas, olvidando que todo lo que un torero tiene que decir de sí mismo y de su oponente, debe decirlo con la muleta en el ruedo.
Hoy me hubiese encantado ver a la supuesta suficiencia técnica del July, el Chuky del toreo, frente a los novillos de Moreno Silva, con la birria de cuadrilla que lleva y con su birria de oficio válido sólo para los bichos que salen ya entregados, para los pobres moribundos y para los convencidos de la secta. A ver qué demonios nos tenía que enseñar en esta tarde asesina el pelmazo del Chuky. Por eso es que hoy no se puede hablar de los tres pobres engañados que estaban en el cartel, cuyos nombres ya he olvidado, porque los novillos, los amos del ruedo toda la tarde, estaban pidiendo a gritos un torero, lo que antes se entendía por un torero, pero es que yo creo que ese torero hoy en día, por desgracia para nosotros, ya no existe. E la nave va.