José Ramón Márquez
Llegamos a la plaza aún conmocionados por el Milagro de Aguascalientes. Hoy es Dos de Mayo. El Chino González nos informa en el programa de mano de que se celebra la evocación de ‘aquel 2 de mayo de 1812’. Si él lo dice...
La evocación consiste en que todos los actuantes en el ruedo se visten con los trajes que sobraron de la película de Garci ésa que nadie vio -al menos, pasando por taquilla-. Trajes nuevecitos y llenos de colorido a los que llaman goyescos. Yo creo que una auténtica corrida goyesca debería prescindir de los petos -una vez al año, al menos- e incluir suertes como el desjarrete y la garrocha, así como obligar a los matadores a matar en la suerte de recibir. Con eso creo yo que nos ambientaríamos algo más en la época goyesca que con los trajes de Cornejo y lo mismo de siempre.
Si eres ganadero y vienes a Madrid a una fecha algo especial y tu corrida no pasa, que sólo te aprueban tres, pues uno de la época goyesca, pongamos Cabrera, habría montado en cólera y se habría llevado sus toros -de unos seis o siete años, por cierto- a otra parte.
Bueno, esta modernez goyesca no ve las cosas igual. Se remienda la corrida con tres del Conde de Mayalde, que una cosa eran los reales y otra bien distinta son los euros. Al final, dos encastes distintos para satisfacer al de la pancarta que no quiere domecqs.
Los toros, por mi parte, aprobados. Variedad de comportamientos y mala lidia. El quinto se echó al final de la faena, lo cual es muy feo. Ése era un castaño del conde, en tipo de Contreras, que a mitad de la faena se vino abajo. A saber lo que le pasaría al pobre bicho. De los toreros, José Luis Moreno vulgar y anodino, dando muchos pases sin interés alguno y, además, bastante mal colocado. Parece que su hábitat natural sea el verano madrileño. Urdiales, serio y clásico en su primero, al que por momentos toreó al natural con una gran pureza. Luego todo fue un lío en la muerte del toro que se quedó como un marmolillo y no se echaba ni se dejaba descabellar. En su segundo, antes de que el toro se acabase, le arrancó una extraordinaria serie por la derecha de gran mando. Mantiene su cartel. Sergio Aguilar traía aprendido lo que debía hacer, pero cuando se puso al tajo sacó a relucir un estilo demasiado frío e impersonal, roto solamente en el sexto por algunos muletazos aislados que se dio el propio toro. A ése le pegó una estocada contraria muy eficaz y con derrame -lo cual para algún crítico es signo óptimo- y le pidieron la oreja que el Presidente, con buen criterio, no concedió. Algunos se pusieron burros y le mentaron a la madre al hombre, que es el afamado Manolo, pero nunca se llegó a rozar el conflicto de Orden Público que como bien sabemos es su gran obsesión.
Llegamos a la plaza aún conmocionados por el Milagro de Aguascalientes. Hoy es Dos de Mayo. El Chino González nos informa en el programa de mano de que se celebra la evocación de ‘aquel 2 de mayo de 1812’. Si él lo dice...
La evocación consiste en que todos los actuantes en el ruedo se visten con los trajes que sobraron de la película de Garci ésa que nadie vio -al menos, pasando por taquilla-. Trajes nuevecitos y llenos de colorido a los que llaman goyescos. Yo creo que una auténtica corrida goyesca debería prescindir de los petos -una vez al año, al menos- e incluir suertes como el desjarrete y la garrocha, así como obligar a los matadores a matar en la suerte de recibir. Con eso creo yo que nos ambientaríamos algo más en la época goyesca que con los trajes de Cornejo y lo mismo de siempre.
Si eres ganadero y vienes a Madrid a una fecha algo especial y tu corrida no pasa, que sólo te aprueban tres, pues uno de la época goyesca, pongamos Cabrera, habría montado en cólera y se habría llevado sus toros -de unos seis o siete años, por cierto- a otra parte.
Bueno, esta modernez goyesca no ve las cosas igual. Se remienda la corrida con tres del Conde de Mayalde, que una cosa eran los reales y otra bien distinta son los euros. Al final, dos encastes distintos para satisfacer al de la pancarta que no quiere domecqs.
Los toros, por mi parte, aprobados. Variedad de comportamientos y mala lidia. El quinto se echó al final de la faena, lo cual es muy feo. Ése era un castaño del conde, en tipo de Contreras, que a mitad de la faena se vino abajo. A saber lo que le pasaría al pobre bicho. De los toreros, José Luis Moreno vulgar y anodino, dando muchos pases sin interés alguno y, además, bastante mal colocado. Parece que su hábitat natural sea el verano madrileño. Urdiales, serio y clásico en su primero, al que por momentos toreó al natural con una gran pureza. Luego todo fue un lío en la muerte del toro que se quedó como un marmolillo y no se echaba ni se dejaba descabellar. En su segundo, antes de que el toro se acabase, le arrancó una extraordinaria serie por la derecha de gran mando. Mantiene su cartel. Sergio Aguilar traía aprendido lo que debía hacer, pero cuando se puso al tajo sacó a relucir un estilo demasiado frío e impersonal, roto solamente en el sexto por algunos muletazos aislados que se dio el propio toro. A ése le pegó una estocada contraria muy eficaz y con derrame -lo cual para algún crítico es signo óptimo- y le pidieron la oreja que el Presidente, con buen criterio, no concedió. Algunos se pusieron burros y le mentaron a la madre al hombre, que es el afamado Manolo, pero nunca se llegó a rozar el conflicto de Orden Público que como bien sabemos es su gran obsesión.