domingo, 9 de mayo de 2010

¡ANTONIO GALA Y JOAQUÍN SABINA, VAYA PAREJA!


ABELARDO LINARES
POETA, EDITOR, LIBRERO



Alfredo Valenzuela
Abc.es

—¿Está huyendo de algo?

—Ahora mismo… de una entrevista.

—Es que cada día es más difícil localizarle, conseguir que se ponga al teléfono…

—Eso es porque soy muy distraído y porque viajo bastante, aunque no tanto como yo quisiera.

—¿Pero usted es raro o sólo peculiar?

—Si se puede elegir, prefiero ser raro, aunque me veo bastante corriente.

González Ruano aconsejaba fabricarse una leyenda. ¿Tiene la suya?

—No tengo leyenda. Si hay leyenda, la leyenda le tiene a uno. Las leyendas las fabrican los demás, aunque uno bien puede dar la excusa.

—Alguien le ha definido como polemista discreto. ¿Es persona contradictoria?

—Por supuesto que sí. Pero tiene poco mérito, es imposible ser persona y no ser contradictorio. Las personalidades, literarias e incluso humanas, más coherentes no han sido, a menudo, sino una bien razonada suma de contradicciones parciales. No es que yo sea una persona especialmente contradictoria, sencillamente me encanta llevar la contraria.


Gala, el gran imitador, imitando a la perfección
la verónica/aletazo morantina


—¿Se reconoce poco apasionado?

—Desde luego que no. Me siento entusiasta. Algo tan grandioso, tan hermoso y tan trágico como la existencia no puede afrontarse sin una gran dosis de entusiasmo. Chesterton decía que hay que estar loco por algo para no volverse completamente loco.

—¿De qué se enorgullece más, de sus amigos o de sus enemigos?

—De mis amigos, sin duda. Normalmente uno se enorgullece de sus amigos, pero presume de sus enemigos; porque mientras que los amigos nos aprecian en lo que valemos, los enemigos nos aprecian en mucho más. Ambos son un regalo, aunque los segundos no siempre salgan gratis.

—Si uno no edita para hacerse rico, ¿para qué edita?

Goethe cuenta una historia que impresionó mucho a Luis Cernuda, la de Ocnos, el pastor que cortaba hierbas y trenzaba con ellas hermosas guirnaldas con las que luego daba de comer a las cabras que cuidaba. Ocnos creía, al parecer, en la obra bien hecha y en la inutilidad de la belleza. Toda creación hermosa parece —aunque sólo lo parezca— darle un orden, un sentido al mundo. Y a mí siempre me han gustado los libros.

—¿Lo peor no son los poetas?

—¿Y por qué tendrían que serlo? Me parece que no escribir poesía puede ser una delicadísima prueba de sensibilidad y capacidad poéticas nada incompatibles con cierto sentido autocrítico. No escribir es sólo un motivo para la duda; pero para demostrar que no se es poeta hay, al menos, que publicar un libro, aunque sea de sonetos.

—En los últimos años aseguraba no escribir versos. ¿Cuándo ha surgido Y ningún otro cielo?

—Escribir un par de poemas al año es una forma más de no escribir poesía. Y eso es lo que yo he hecho durante los últimos veinte años para escribir los cuarenta poemas de este libro. El reto de un editor está en atreverse a valorar, en dar un sí o un no por otras razones que las económicas.



Sabina, el gran versificador, versificando al Emo de Galapagar
con los también versificadores Serrat y Boselito


—¿Qué le gustaría haber aportado como poeta?

—No tengo tantas pretensiones. Son muy pocos los poetas que traen algo nuevo a la literatura o, al menos, a la historia de la literatura. Por lo general, un buen poeta lo que hace, si lo hace, es escribir un puñado de buenos poemas. Nada más.

—¿Ha llegado a presumir de vender pocos de los libros que edita?

—Contarlo, lo he contado. Pero no lo decía por presumir.

—Ha publicado a poetas que, en cuanto han tenido éxito, se han marchado a otras editoriales. ¿Se acostumbra a la infidelidad?

—Pues sí, he publicado a poetas que luego han publicado en otras editoriales y han ganado premios y han sido incluidos en muchas antologías, pero eso a fin de cuentas es un éxito también mío, no sólo suyo, y para nada una infidelidad. Además, aunque un autor y un editor se junten y nazca un libro, eso no es exactamente un matrimonio. Aunque a algunos pueda parecérselo.

—¿También ha rechazado obras primeras de poetas que luego han sido célebres?

Tanto como «célebres», no estoy seguro… El reto de un editor está en atreverse a valorar, en dar un sí o un no por otras razones que las económicas.

—¿Cómo ve la poesía hoy en día en España?

—Somos unos privilegiados sin saberlo. Dejando aparte a los clásicos, hoy en día en España se puede leer «a la carta», sin limitarnos a ningún tipo de menú. Están en activo docenas de poetas extraordinarios. Lo preocupante son cosas como que, por un lado, algunos de esos extraordinarios poetas sigan siendo, a pesar de su obra, más bien desconocidos, como José Luis Parra, y por otro que los que libros de poesía que más hayan vendido últimamente sean de Antonio Gala y Joaquín Sabina. Vaya pareja.

—¿El momento más surrealista de su vida fue cuando le tantearon para ser delegado de Cultura en el Ayuntamiento de Sevilla?

—Eso fue una broma de mi amigo Vicente Tortajada, que tenía un grandísimo sentido del humor y era bastante amigo de Pepe Caballos, que estaba metido en esas cosas, pero a quien nunca conocí. Para explicarlo un poco, tengo que decir que yo, por entonces, era militante independiente del PSOE. Y digo independiente porque yo era de los que pagaban, no de los que cobraban, y lo que quita independencia es el cobrar, no el pagar.

—¿Qué le parece el proyecto de la Casa de los Poetas de Sevilla?

—El proyecto me pareció y me parece muy conveniente y posible por mil razones, pero una vez que se fue Marset ha sido pésimamente llevado. Da la impresión de que le viene grande al Ayuntamiento de Sevilla y que ahí debiera estar la Junta. Lo de nombrar al excelente señor Francisco Vélez como director de una Casa de la Poesía para todos los poetas de España y América y justificarlo en su condición de poeta no pasa de ser una broma.

—¿Confirma el rumor de que la Editorial Renacimiento abrirá caseta en la Feria de Abril?

—¿Abril? ¿Pero la Feria del Libro no es mayo?