Gich, Montal y un general de Ferrol
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El Real Madrid es un equipo que se está haciendo, es decir, un equipo en obras, y vuelve al Bernabéu, que es un estadio que también se está haciendo, es decir, un estadio en obras. “Estado de obras”, definió el franquismo su ministro de Obras Públicas, Fernández de la Mora, el penúltimo intelectual con obra que ha dado España, que vio en la socialdemocracia el crepúsculo de las ideologías y que echó a volar el concepto más popular y más dañino en la vida española, el Konsenso político, fuente de todas las corrupciones.
Un Estado en obras viene a ser como el Nueva York de Pla, una ciudad patas arriba (“¡pero el día que la inauguren!...”) o como el Madrid de Gallardón, que, ante las zanjas, arrancó de Danny DeVito, que nos visitaba, el comentario “espero que algún día encuentren el tesoro”.
Mas el Estado de obras no hace del Madrid, que siempre se mantuvo monárquico, un club franquista en el sentido culé del término, para no mezclar “las churras con las Meninas”, como dice, tan pichi, un senador pepero. Para los cargos deportivos del Estado, Franco no tiró de los directivos del Madrid, sino de los del Barcelona, comenzando por don Juan Gich Bech de Careda, y un juez barcelonés, Pascual Estevill, fue quien le chafó a don Santiago Bernabéu el negocio de la esquina del Bernabéu, que miren en qué quedó.
–Hace mucho, mucho tiempo, que le perdí el respeto a la autoridad constituida –fue una confidencia de Bernabéu a Martín Semprún–. ¿Sabes desde cuándo? Desde que, con toda la desfachatez, nombraron delegado nacional de Deportes al gerente del Barcelona, a Juan Gich, y eso me indignó aún más que cuando me denegaron lo de la Torre del estadio. Aproveché una asamblea del Club para poner a parir al ministro y, de paso, me hinché a decir barbaridades contra el régimen. A mi edad, no creí nunca que me metieran en la cárcel, por eso lo hice. Estaba hasta los huevos de tanto favoritismo con los azulgrana, a los que la Delegación Nacional ya les había construido un palacio de hielo para que patinaran.
Los Estados de obras son benéficos porque el tiburón se baña, pero salpica. Podría aplicárseles la antigua canción del colacao, que lo tomaba el futbolista para entrar goles, y también lo tomaban los buenos nadadores; si lo tomaba el ciclista se hacía el amo de la pista, y si era el boxeador, pom, pom, golpeaba que era un primor. Los Estados de obras dan de comer al obrero y al comisionista, y entretienen al jubilado, convertido en eso que Gómez de la Serna llamaba “mirones de vallas”, que era los mirones de obras.
El Estado de obras del madridismo es lo único serio en esta Liga de Tebas, que es la Liga del cachondeo, donde el Barcelona, el club “secuestrado por Florentino”, al decir de la Esfinge tebana, sigue jugando cuando le peta. ¿Qué es cachondeo?
En carta al director de “Pueblo” contó Luis Calvo que Pemán había recibido en su casa de Madrid un “coup de téléphone”: era una señora. “Señor Pemán, perdone usted que le moleste, pero como usted es académico y sabe tanto de palabras, quisiera hacerle una consulta. Ayer he leído un artículo del señor Romero, en ‘Pueblo’, donde pone una cosa que me parece muy mal.” “¿Qué era?”, contestó Pemán. “No se lo puedo decir. Me da vergüenza...”, dijo la señora. “Entonces, no tiene objeto esta conversación..., repuso Pemán. Y la señora, muy ruborizada, en tono tímido, pronunció esta palabra: “Cachondeo”. Y colgó el teléfono.
–Yo pienso en esta graciosa anécdota –explica Luis Calvo– cuando en un libro de De Quincey me encuentro con un verso suyo escrito en latín: “Et responsum est cum cachinno”. He aquí el sucedáneo de “cachondeo”: “Cachinno”, que quiere decir burla y carcajeo. Es decir, “cachondo”.
Tebas, pues, es un “cachondo” que considera la marcha de Messi, que ni siquiera en números supera a Cristiano (no vamos a hablar, por citar sólo futbolistas de la Liga española, de Di Stéfano ni de Cruyff ni de Maradona… ni de Potele), como “la más dolorosa, porque personalmente lo considero el mejor de la historia”. Para ayudar al Barcelona en este momento de tribulación, Tebas aplazó el partido del “secuestrado” Barcelona con el Sevilla, ninguneando la competición, mientras el “secuestrador” Madrid hubo de recibir al Celta en el hangar del Bernabéu en la Castellana, donde guardaban cola los niños para recoger los balones que salieran por los agujeros de las obras despejados por los defensas más brutos.
Javi Tebas
SOBRE ABURRIMIENTOS
Fernando Alonso, que está por el esprint de clasificación en la Fórmula 1, pone el fútbol como ejemplo de deporte que no mueve un dedo contra el aburrimiento: “Hay muchos partidos aburridos y nadie propone jugar sin portero”. En el otro extremo estaría la NBA, que salvó el baloncesto persiguiendo la diversión. Limitar el tiempo de posesión quitaría al fútbol todo el muermo tiquitaquero introducido por Guardiola, pero esto sería como gritar “¡Jehova!” en “La vida de Brian”. En España, y con Tebas a la cabeza, el fútbol, cuya única obsesión es el dinero, en vez de copiar el espíritu de la NBA, copia el de los toros, un espectáculo empresarialmente concebido contra el espectador, personaje condenado a la extinción.
[Lunes,13 de Septiembre]