domingo, 26 de septiembre de 2021

En la muerte de Alfonso Muñoz

 

En Covarrubias

 

Francisco Javier Gómez Izquierdo


Alfonso Muñoz. Uno de los mejores.

      Nos inventábamos escenarios, climas, jefes, cárceles... Tú podías vivir de otras cosas, por ejemplo, ser contable, informático en una empresa y por tu respeto hacia Dios creo que hasta hubieras valido para cura, pero ¡no!, para cura, no. A tu Lola no la hubieras cambiado por nada del mundo. Nuestras ensoñaciones nos llevaban a Noruega porque queríamos seguir trabajando juntos y ya habíamos elegido ciudad para vivir, Bergen. Nos comprometíamos a estudiar el reglamento penitenciario de toda la Escandinavia. Hasta pusimos una banderita en nuestra oficinilla en la repisa junto al escudo del Barça del difunto Juan, que se fue aún más de repente que tú, la placa de campeón de carreras que habían dado por la Merced de hace unos cuantos años al "doctor Palomino", campesino colombiano que se las tuvo con el sherif Ginés de Coslada y la foto de Pepillo el de la Manoli. Hartos de los desvaríos de la política española escribimos una carta petitoria a la embajada de Noruega para que de alguna forma se nos admitiera como trabajadores y ciudadanos, ofreciendo nuestra experiencia penitenciaria a las necesidades que sobre la disciplina hubiere en el país. Como corresponde a nación seria no tuvimos respuesta. Aún así fuimos a Covarrubias acompañados de buenos amigos que darían fe de nuestras buenas intenciones para presentarnos en el consulado allí destacado, explicar nuestra admiración por el país y homenajear a la princesa Cristina, a la que España debe aún reparación.
     

Eran nuestras bromas, nuestras tonterías, nuestro conversar durante más de veinte años ya en la cárcel nueva porque en la vieja estábamos en guardias opuestas. Pocos saben lo que pasamos el verano del 2.000. "Mañana es el día de la Virgen de agosto, pero hay que repasar el Módulo 8, que todo funcione en la inauguración.." "Yo también voy". No había compensación, ni nos daban días, ni ná de ná. Sucumbíamos ante una responsabilidad que quizás no nos correspondía, pero que nos habían trasladado como que no quiere la cosa. No nos ha importado nunca porque todo lo hecho damos por bien empleado. Siempre nos hemos sentido servidores públicos.
    

Viniste de Herrera, donde bregaste con los presos de ETA antes de la dispersión y donde pasaron cosas que no se pueden contar. Cosas que ellos mismos te recordaron cuando te volvieron a ver en Córdoba: "..funcionario, lo pasao, pasao, ¿eh?, estamos en otra etapa" decía sonriendo A. Z. el del bigotón, el que negociaba las sanciones de fin de semana en un tiempo del que no quieren que quede memoria. ¡Qué cosas estábamos obligados a hacer y en lo que ha parado todo! "¿Le va bien el Ford Fiesta, funcionario?".
      

Te hicieron Jefe de Servicios porque los tíos como tú son necesarios. Todo lo hiciste bien. En todas las dependencias. Te daba lo mismo interior, administración, oficinas... pero lo que más te gustaba era la informática y sus programas. Fuiste el rey del Lawson. Un referente a seguir. No salió problema que no supieras solucionar incluso a compañeros de cárceles lejanas. Hicimos cuadrilla: Pepe, Antonio y quien suscribe. Luego vinieron los jóvenes José Luis y Argimiro que te admiraron como te admirábamos los viejos. Estos dos nos han visto marchar a nuestro retiro en el que habíamos decidido hacer hueco el primer martes de mes para tomar unos medios de vino y hablar de nuestros hijos, de las tontás que hay que oír y... de Noruega.
     

¡Y te has acabado en un mes! Hace cuatro días, en uno de los del calor, salimos por la Campiñuela hasta el Lago Azul. Estabas bien. "El primer martes de septiembre nos vemos". No lo sabías, pero se ve que ya no estabas bien. Ese perro que muerde por dentro estaba metido en faena y... empezaste a sangrar y ¡adiós!


      Escribo estas cuatro letras después de venir del tanatorio donde volveré a ver a tu Lola, tu Bea y tu Pikadillo. "Con lo que te quería, Javivi". Descasa en paz, amigo.