jueves, 10 de octubre de 2019

La Cruz

Bamiyán


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Leo que la izquierda cultural (cuando todos los partidos son órganos estatales no hay derecha ni izquierda políticas) ya tiene el ojo en la Cruz de Cuelgamuros. ¿Volar o quemar?

    El TNT, con lo de los Budas de Bamiyán, queda un poco afgano (yo tuve en Periodismo un profesor “comunista pro-afgano”), pero la tea sería dar la razón a Ayuso, aunque, desde luego, es lo nuestro (la tea, no dar la razón a Ayuso), y no miro a la chusma.

    Cipriano Rivas-Cherif, don Cipri, cuñadísimo y asistente del presidente del Gobierno, Azaña (el ídolo de Aznar que desplumó a Unamuno), relata su juerga en la quema del convento de jesuitas en la calle de la Flor: describe, letraherido, el corro danzante de alegría de mozalbetes, y, mezclándose a ellos, famosos, “como el poeta festivo Luis de Tapia, mi casero y amigo, siempre juvenil (parecer jóvenes era el ideal de aquellos centristas), a quien me uní en la chocarrera zarabanda”:

    –Cuando después se lo dije con ingenua jactancia a mi cuñado, me contestó que mi baile le había costado unos cuantos millones al ministro de Hacienda, Prieto.
    
El espectáculo, en efecto, tiene asustadas a las Bolsas, pero el periódico ilustrado de Ortega lo ve de otro modo: “El pueblo, ya en la calle, quema conventos (¡la Amazonia de Azaña!). Es significativo que el pueblo español, decidido a hacer justicia, lo primero que haga siempre sea quemar conventos. En el pueblo, emoción, deseo de precisar y hacer fructífera la República, de darle su propio sentido”.
    
De los improvisados genios del banco celeste, ¿qué quiere que le diga? –“epistolea” Unamuno–. Ahí está ese Azaña, que ha destrozado el Ejército dejando indefensa la República. Y esa arrepentida hermana clarisa de Justicia (De Los Ríos), que no sabe hacer más que “pose” ante los fotógrafos. Y ese hipopótamo cunero (Prieto) que está llevando a la nación a la ruina desde Hacienda
    
¿Bamiyán o Cuelgamuros? Como advierte Santayana, Cristo amó el mundo en un sentido erótico en el que Buda no lo amó.

Cuelgamuros