W. W. Beauchamp con English Bob
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La importancia de Carmena (mezcla de abuela del Betis y Madre Ráfols que se ha apalancado en el Ayuntamiento de Madrid) es lo que tiene de síntoma.
En un Estado de Partidos como el nuestro, la alcaldesa no representa al vecindario, sino al Estado, donde felicita y da la bienvenida “a la gente que ha saltado la valla de Marruecos”.
Si no fuera porque Carmena, como los W. W. Beauchamp (el amanuense de “Sin perdón”) que la aplauden en las ruedas de prensa, luce la misma formación cultural que una ameba, pensaríamos que la alcaldesa de Madrid se siente, igual que Lévi-Strauss, como una puerta por la que entran los mitos de las culturas extrañas, pero sabemos que la valla que ella invita a saltar es la de Melilla, no la de su chalet, adquirido, no mediante transferencia, como los señoritos, sino con el sacrificio de arrastrar por la calle miles de euros en “cash”.
Carmena no es jurista (desconoce el fundamento de las leyes), y con su tuit-croqueta para justificar la pancarta municipal en el frontis de la mastaba de Gallardón (“Refugees Welcome”) apuntó a un cuervo y ha dado a una vaca.
Son “refugees” de diseño ideológico: cuando el pequeño Garzón se pone en Warren Beatty y dice “de mi pelirroja de ojos verdes me enamoró su sensibilidad social” piensa en Carmena.
Para estas beatas de rosario de lapislázuli “RW” son los de la valla de Melilla; para los de la valla de Cuba, en cambio, piden “un pico y a abrir el túnel del Ave” (en palabras de un bragado concejal de la banda en Vigo). Orlando Ortega, medallista en Río, también es saltador de vallas, pero, ay, que las vallas son olímpicas y cubano el saltador.
La desfachatez de los tragaldabas del Estado es síntoma de la descomposición, a la manera española (desde el veraneo de Mas hasta la bocachancla de Carmena), del Estado. Los síntomas estallan, según Lenin, cuando a la falta de autoridad se une la falta de potestad y los magistrados dejan de ser respetados por los ciudadanos.