Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En un día como hoy el “dj” de la Wehrmacht pinchó a Wagner y los alemanes invadieron Polonia.
Setenta y siete años después, España ameniza la “rentrée” con la investidura de Rajoy, de la que lo único que sacamos es que el español sólo concibe una idea de gobierno, ésa según la cual, desde la caída de los comuneros hasta hoy, uno manda y el resto obedece. Pero ¿quién manda?
La derecha (y no estamos muy seguros) cree que debe mandar Rajoy, pero la izquierda cree que debe mandar Pedro de la Preveyéndola (“la corrupción se arregla… ‘preveyéndola’”): lo dice en un manifiesto promovido por el Movimiento de la Revolución Pendiente… “Recortes Cero”, es decir, No al Destete del Estado (de Partidos), y debajo firma, al lado de Martínez Pérez, artesano de la piedra, o del kiosquero Santa Bárbara, toda la borra del colchón de lana de la Santa Transición: cineros que no saben hacer otra cosa; poetas venidos a más, como el expobre Gamoneda; el pintor Antonio López, que va de genio del realismo especializado en membrillos; y por supuesto, Forges No Te Olvides De Haití (con “H” de Hacienda).
La cultura europea del recorte es apasionante. En Alemania, una de las explicaciones del ascenso de Hitler al poder (aparte el separatismo prusiano) fue la de los recortes a los funcionarios del gobierno de Brüning, el Rajoy de Weimar, tan centrista como Rivera y tan de la London School como Garicano, que, por la crisis, rebanó las nóminas estatales en un 21 por ciento. Hitler prometió acabar con los recortes salariales de Brüning y los asalariados pensaron que Hitler, después de todo, no duraría más de un año. El funcionariado de Weimar se creía blindado con sus “derechos consolidados”.
Esta mentalidad la resume (sin saberlo) el secretario ugetero de Asturias, tierra del mítico millonario Fernández Villa que jugaba a los chinos (puñín en alto) con Guerra y Bibiana en los veranos de Rodiezmo:
–Los sindicatos deben recibir dinero público por la función social que hacen.