La City que viene
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Arrecian los guiños en Madrid para traerse la City londinense al edificio España: Cecé Cifuentes y Carmena, que creen de buena fe que las admira el mundo (el azar las trajo y la lógica se las acabará llevando), compiten en la legalización de “okupas”, un homenaje al capitalismo aventurero, mientras los manteros de la capital, en un acto de “emprendimiento social” que animará a los inversores recalcitrantes, corren a tortas por la Gran Vía a los guardias municipales del cura Barbero, llamados, un suponer, por Bosé, que ya avisó que él, en viendo a un mantero, acudiría a la policía al grito de “¡Socorro, me están robando!”
No ha sido fácil arrebatarles a los ingleses la tajada del plato. Para llegar hasta aquí, el vecino madrileño tuvo que disfrazarse de turista en Londres, razón por la cual todos los hombres de la capital de España salen a la calle en pololos y chanclas. Algunos hispanistas sugirieron que detrás de moda tan obscena (un hombre en pololos es un Colón sin América) estaba la cínica denuncia española de la cultura de los recortes, pero no: son reclamos sociales para atraer a la City.
Al pintor Roberto Matta le gustaban mucho las líneas naturales, y yo le oí decir en los 90 que tenía una reserva de líneas extrañas, como, por ejemplo, los huevos del piojo.
–La gente conoce las patas del caballo, pero no los huevos del piojo, y hablo de los huevos, huevos, los que tiene el piojo entre las piernas. Y otras formas, como la enfermedad del hígado de una oveja…
Matta, hoy, se hubiera abastecido de líneas para su reserva surrealista en la pantorrilla varicosa del paseante madrileño, toda la vida un señor, y de pronto, Cristobalito Gazmoño (¡ellos, que hicieron la Santa Transición!), por culpa de este “sans-culottismo” invertido (ya sólo gastan pantalón largo los caballeros elegantes y las damas populares) que impone la alta política local, y que no tiene otro norte que quitarle a Londres la City, que cambiaría el bombín por el pololo.