Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Cifuentes ya tiene su “relaxing cup of café con leche”: dos autobuses con pancarta y un economista ha enviado a Londres para “brexitearles” a los ingleses su City, que podría trasladarse a los terrenos que en Alcorcón iba a ocupar Adelson.
Bien mirado, menos tuvo Cortés en México, y ya ven.
Nuestra idea de City es Deadwood con Al Swearengen en su “Gem Theater” peleándole los clientes a Cy Tolliver en su “Bella Union”.
Pero ¿qué pide una City? Un país con tradición comercial y una presión fiscal tolerable. El resto es literatura.
Del “Brexit” se ha dicho lo mismo que se dijo cuando el Parlamento británico promulgó el Acta para la Abolición del Comercio de Esclavos: “¡Inglaterra se ha suicidado!” Y, sin embargo, ahí sigue: el único país vencedor de Europa.
–La confianza, la propiedad sobre los beneficios y los mandamientos judiciales son los elementos responsables de la prominencia de Inglaterra en el mundo de las finanzas –escribía Roger Scruton seis años antes del “Brexit”, que ya estaba cantado.
El maravilloso derecho consuetudinario inglés se resiste a la dictadura burocrática de Bruselas, cuyo “acquis communautaire” (leyes escritas, regulaciones y confiscaciones de autoridad democrática) suma ¡más de Ciento Setenta Mil páginas!
–Hasta la entrada en la Unión Europea, la responsabilidad sobre el producto se gobernaba en Inglaterra por el caso “Donoghue contra Stevenson” de 1932, en el que alguien se puso enfermo al ingerir una babosa mientras tomaba una cerveza que el fabricante había dado por buena.
Con este caso, la jurisprudencia pasó del “caveat emptor” del derecho romano al “caveat vendor” del derecho consuetudinario.
Cuando se alcance la masa crítica, era entonces la conclusión Scruton, los europeos se sentirán tan poco inclinados a obedecer a la Comisión Europea como se siente ella a rendir cuentas sobre sus decisiones. Y será el final.
Para evitarlo, tenemos en Londres dos autobuses con pancarta y un economista.