Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Como sabe cualquiera que frecuente un bar, en el fútbol español a Del Bosque lo ha sustituido Lopetegui. De un marquesado elitista (el Combinado Autonómico: las célebres Desdémonas del Barcelona y Casillas) a un cuñadismo de birra y chicharrón al acabar el “entreno” (otro hallazgo de la nueva Academia).
Lopetegui no parece del tamaño necesario para recuperar la “ñ” de España, pero nos trae la “ñ” del cuñadismo que tanto se lleva en los chiringuitos, y el Combinado Autonómico es un chiringuito, el chiringuito de Villar, el hombre que inspiró a Monterroso la figura del dinosaurio.
Víctima de la dislexia hispánica, Lopetegui, a quien veo comiendo en el banquillo palitos de merluza como Pablo Motos, es aquel chico del colegio que al salir de casa por la mañana decía a su madre: “Mama, ponme ‘coloña’ en el ‘panuelo’”. Y no sabemos todavía cómo tiene a la prensa, siempre tan cambiante.
Quienes acusaron de “prevaricación” futbolera a Mourinho por traer al Madrid a Modric, un croata, ay, Jesús, que a saber por dónde saldría, teniendo a mano a un español como Cazorlita, el Paquirrín de Lugo de Llanera, son los mismos que, aprovechando la memoria de pez del periodismo, dicen ahora que Modric es el mejor ocho del mundo, el futbolista que enamora como Crispín en las historietas del Capitán Trueno.
La literatura pesebrona del fútbol tiene al personal convencido de que el enamoramiento es la asignatura pendiente del Madrid, y hasta Flóper corrió en su día por Ancelotti porque le dijeron que era el mago señalado por el Destino (si creyéramos en el Detino no pondríamos semáforos) para dar al Madrid un estilo que enamorase. Un despistado preguntó entonces a Ancelotti que estilo era ése:
–Control y posesión, sin renunciar al contrataque –fue la contestación de Carletto, que tampoco es, precisamente, el escaparate de lencería de Black Limba.
De hecho, el E=mc2 del fútbol que enamora según Carletto estaba inventado por Clemente desde el año de la tos, cuando resumió su manual de estrategia en una frase: “Todos los jugadores deben salir al ataque, y en seguida también todos deben irse hacia atrás a toda leche”.
Era cuando “a toda leche” sonaba como un taco en las castas orejas del periodismo deportivo, que hoy, sin embargo, merced a las conquistas de la libertad de prensa, puede poner en boca de Messi:
–Me duele mucho el pubis, es un tema j…
¡Cielos! ¡La felpa totémica de los estetas socialdemócratas en peligro! ¡El triángulo perfecto de los rondos de la Masía en el aire! ¡El “haz de trigo rodeado de azucenas” salomónicas en que consiste el tiquitaca de Guardiola en un tris! ¿Qué es un tris, doctor? ¿Es equiparable, desde el ángulo del glamour, “la hernia” de Bale con el pubis de Messi?
–Adolfo (Suárez) quiere que la relación que ambos tenemos con el Rey sea un triángulo equilátero; yo creo que es isósceles, aunque en realidad es escaleno –declaró en su día, con un ramo de enigmas en la mano, el guionista de la Santa Transición, que era asturiano.
Es el lío que a Luis Enrique, otro asturiano, se le viene encima con el pubis de Messi, que merece en el Campo Nuevo de Barcelona la atención de más hombres que el de Olivia Wilde en el “Vinyl” de Scorsese, lo que explica la anomalía de nuestra época, cuya única salida pasa por el psicoanálisis.
DIEGO COSTA
Guardiola ha ido a Inglaterra y al cargarse a Hurt le han dicho que así se hace y que eso es un hombre. Mourinho, en cambio, vino a España y al cargarse a Casillas el país oficial dio por roto el tratado de Lisboa de 1668. Esto ha debido de animar a Diego Costa a montar en Bruselas el número del extranjero extranjerizado. “Aviso para presumidos, esto piensan de nosotros”, que diría Jean Palette, que ha dedicado mucho talento a elaborar una breve historia de la culpabilidad europea: “Somos, nos dicen, los ilegítimos usufructuarios de la burra del cuento, la que cagaba oro. Europa es el Gordo de la lotería que ha tocado a quien no debe. Para quienes sueñan con ella, los muchos desesperados y los muchos desvalidos, los muchos cínicos y los muchos parásitos, Europa es un derecho y un mito”. En fin, “coloña” en el “panuelo”.