jueves, 29 de septiembre de 2016

La estocada


Ignacio Ruiz Quintano

Abc

    Donald Trump y Clinton Hillary son dos rubios falsos: falso por fuera, Trump, que es empresario, y falsa por dentro Hillary, que es abogado, y ahí está el chiste con que Reagan amenizó su nombramiento de Edward Meese como secretario de Justicia:
  
Un día hizo tanto frío en Nueva York que hasta los abogados llevaban las manos en sus propios bolsillos.
  
Todo eran risas en el plató hasta que Trump pegó la gran estocada, el “arcanum” que resume el mandato de Obama:

    –Nos hemos convertido en un país tercermundista.
  
Estaba Hillary con su chismografía de los Costus, presumiendo de marido, ay, y prometiendo “plantar cara a cualquier abusón, en casa o fuera” (¿a Bill y sus becarias y a Trump y sus mises?), y se oyó lo que el “establishment” por nada del mundo quiere oír: “tercermundismo americano”. O “Tiers Monde”, que tiene el “chic” de lo francés.

    Descrito por Scruton, el tercermundismo lo inventó un economista, cómo no, en 1952, como filosofía sistemática de excusas para la conducta criminal de los regímenes poscoloniales. Todos los expertos en economía del desarrollo se fueron por el mundo a predicar el tercermundismo. Los pobres no necesitaban leyes, sino dinero. El gasto es libertad: con él, uno deja de ser esclavo y accede momentáneamente a la posición de señor.

    Para el tercermundismo, la culpa, en fin, de la pobreza es la riqueza.

    A Trump, por ser empresario, la prensa socialdemócrata (el “establishment”) lo llama “magnate” y “millonario” como baldón, porque para la socialdemocracia el dinero “sano” no es el que se gana, sino el que se expropia. Tercermundismo, como versión posmoderna de la fábula de la hormiga y la cigarra, es elogiar a Montoro y denostar a Amancio Ortega.

    –Somos el policía del mundo y aquí no paga nadie –dice el empresario que pide “ley y orden” a una abogada que culpa a la raza blanca de todos los males de América.

    Es la voz de uno que echa cuentas en un “tercermundo” de ruido. Y a ver quién lo escucha.