Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El futuro de la política será la mujer o no será.
María Soraya y María (¡ceja Turner!) Cospedal a derechas, María del Carmen Chacón y Soraya Díaz a izquierdas, y en el centro, en el papel de tía Bisagra, Rosa Díez, mujer de armas tomar, o, como diría Azorín, zahareña, que nada tiene que ver con vestirse de Zara.
–¿Cómo ha dicho usted? ¿Sareña?
–Zahareña.
–Sí, sí, zareña.
–No, no, amigo Schmitz: zahareña.
–Comprendido: azahareña.
–Permítame usted: za… ha… reña, es decir, arisca.
El Schmitz de Azorín era un suizo de habla alemana que se estableció en Madrid por amor a España.
Claro que zahareñas son todas nuestras políticas, aunque esto sólo lo vamos a saber bien cuando nos falte Mariano, que es Montaigne encerrándose en su cuarto, Erasmo huyendo a Basilea, Descartes refugiándose en Holanda: un castor de la prudencia paladeando en solitario la Verdad, que yo no sé cuál es.
La política es hablar, y en los bares muy de derechas dicen que esta circunspección mariana obedece a una consigna masónica (¡la consigna masónica del silencio!), aunque en los restaurantes más progres se sospecha que esa actitud es imposición del Gran Capital, enemigo de los ruidos.
Al final el marianismo será como el silencio mismo, que en cuanto se habla de él se le niega.
Por ese lado, viniendo de la charlatanería del zapaterismo, se agradece este marianismo en lo que calla. Pensemos, como el Séneca, que cada vez que callamos no defraudamos a la sabiduría, sino a la tontería.
–Me gustas cuando callas porque estás como ausente –aprendimos en el Sepu de la poesía.
¡Ah, esta música callada del marianeo! ¡Cómo la vamos a echar de menos!
Porque después del marianismo silencioso vendrá el mujerío zahareño.
Eso, o el ex juez de guardia, con el niño bonito (y laureado) de Franco y Solís leyendo como en silabario el enésimo manifiesto de Búfalo y Vil contra Trento y el fascismo.