martes, 26 de junio de 2012

Siete cantazos a la Fiesta

Desplante a un toro de piedra
(Ruditas ad lapidem taurus)
Fragmento
José Ramón Márquez

Tenía pensado ir hoy a la Monumental de Badajoz a ver la primera gala del triduo tomista, pero a última hora preferí quedarme pintando el techo de la habitación de los niños, que lo tenían hecho una pena, así que regalé la entrada y el bolígrafo al portero, que siente Badajoz como propia desde que hizo la mili en Cerro Muriano. Como no podía ir por razón de su trabajo, se quedó el hombre con el bolígrafo de recuerdo, con su inscripción que decía Bar Peyma, especialidad en orejas, y regaló la entrada a un vejete que vive en las Villas de Mazzantini, una especie de corrala que hay al ladito de Doctor Esquerdo; resulta que el vejete tiene una pensión digna del Estado del Bienestar de Rhodesia y eso hace que para él desplazarse a Badajoz le suponga el mismo sacrificio que si la corrida hubiese tenido lugar en Tokio, así que el hombre se deshizo también de la entrada, que finalmente no sé a qué manos habrá ido a parar.


Luego me he leído las correspondientes gacetillas para informarme y, con la concisión y franqueza de los diversos medios oficiales, su gran respeto para el aficionado y su indudable compromiso con la verdad, ya me he enterado de que, tal y como se esperaba,  el toro brilló por su ausencia, y de que hubo un aluvión de orejas de ésas que son tan importantes para quienes les importan las orejas, por lo que en ese punto todo fue exactamente como debía ser, sin sorpresas, que eso es lo que pasa cuando el guión está bien hecho y los intérpretes se saben el papel al dedillo.

Me choca un poco, no obstante, la interferencia de Tomás en el mundo morantero cuando en Abc nos indican que el Comandante de Puesto de Galapagar ‘para el tiempo con el capote’, que es algo completamente nuevo en su tauromaquia; anotado debe quedar este giro hacia la morantez del Ciprés Beroqueño en su terreno más caro cual es el manejo a voluntad del continuo espaciotemporal. Luego, en Mundotoro decían, pero ya lo han quitado, lo de que Tomás hizo ‘embestir a un toro de piedra’, piedra contra piedra el pedernal del toro y el granito del torero, que la cosa queda como ir a echar una tarde en el Museo del Instituto Geológico y Minero. Por lo demás, nada que se salga de lo previsto.


Me llama más la atención la disposición del Chiquitín de Velilla a no dejar que el Berroqueño se apoderase de la tarde, teniendo todo a favor. Afortunadamente para él no hubo el consabido robo de orejas y el presidente pacense vertió sobre él la lluvia dorada -lluvia peluda en este caso- de apéndices auriculares, razón de la existencia toda del Pequeñín de Velilla, por lo que imagino que a estas horas se encontrará henchido de justo orgullo y que ya las tendrá guardadas en ese frigorífico congelador que dicen ha  hecho instalar bajo su residencia donde atesora, lo mismo que el tío Gilito sus bolsas llenas de dinero, cada oreja que se le ha ido concediendo desde el día de su presentación como becerrista.


No news, good news dicen que dicen por ahí. En ese sentido lo de hoy no es noticia, pues pasó lo que debía pasar y ésa es la buena noticia para los protagonistas. Para los que no estamos en los ajos, esas siete orejas de Badajoz* son como siete pedradas, siete chinazos, siete cantazos a los toreros normales, a los que sólo son toreros y no semidioses, esas siete orejas son siete sirenas desgañitándose para engañar a algunos jóvenes a los que acaso tiente la idea de llegar a ser toreros algún día, porque como dice la chapita roja ésa que se ve por ahí, ¿habrá que repetirlo aún más?, si no hay toro, nada tiene importancia, por mucha oreja que le echen al guiso.
_________
*La oreja de Padilla no cuenta, pues, al decir de los revistosos, fue "una oreja fácil"