Hughes
Abc
Rajoy abre los ojos, abre aún más la boca y se asombra en 180 grados.
Al final, Rajoy está sacando un lado desconocido. Todos los candidatos esforzándose en quedar muy naturales en la tele y llega él, plásmate, y crea un meme.
Ya tuvimos su cara de sorpresa por las palabras del hijo en la Cope, pero este fin de semana repitió el gesto cuando llamó para pedir el voto a una señora y ésta le tomó por presidente de una república. Rajoy abre los ojos, abre aún más la boca, que se le queda como a la máscara de «Scream» y se asombra en 180 grados. Parece que está buscando a Moragas con la mirada. Es el OMG (oh, my God!) de Rajoy, que ha dado lugar a una obra de arte: el meme Rajoy-Godzilla. El mismo gesto de Rajoy, pero con su cara del tamaño de Godzilla rodeada de rascacielos y lanzando fuego por la boca como un dragón.
Siempre se ha dicho que los presidentes acaban ensimismados, un poco tocados después de tanto adulador. Rajoy, del que no se esperaba nada distinto, ha salido a la calle y el síndrome de la Moncloa, de tenerlo, se le manifiesta en memes.
Seguro que cuando le pidieron que comunicara pensaban en otra cosa. Quizás comunicar sea eso, un acto incontrolable que acaba con el presidente llegando ojiplático y boquiabierto de vuelta al whatsApp del asesor.
Bien mirado, ese estar boquiabierto es la distensión definitiva del prognatismo presidencial, ¡su íntima liberación mandibular!
El encuentro entre Rajoy y las redes sociales ha acabado siendo feliz. Necesitaban manipular su imagen, jugar un poco con ella. El potencial viral está a la altura del jarl de Chiquito o de la risa del Risitas.
Su gesto es de una naturalidad tan pura que se acerca al cine mudo. Es cara de tartazo, de mimo parisino, cara de gol de volea de Zidane. Su asombro contiene: sobresalto, travesura (¡los chuches!), risa detenida en su momento cero, y luego una rotación de cuello buscando a alguien para compartirlo (¿comunicarlo?). Es el OMG más perfecto que se recuerda, superado sólo por algunos vídeos de gatitos con agua.
Desde luego, no es la cara de alguien preocupado. No es que se «ría de Janeiro». Es que se asombra, que es mucho más difícil.