martes, 9 de septiembre de 2014

Cruje el misterio




Hughes
Abc

Hay que reconocer que Íker Jiménez es un comunicador con gancho. Su tono, entre Rodríguez de la Fuente y un Maldini ufológico, lleva diez años subyugando al extraño público del domingo noche (o toros u ovnis). Como último (y algo charlatán, todo hay que decirlo: «Somos los últimos quijotes de la televisión. O de la vida») eslabón de la saga del llorado Cebrián o Jiménez del Oso.

Aunque sólo le haga falta la noche, una tienda de campaña y una linterna para montar el misterio, el «artesano Juan» le reprodujo la cocina donde afloraron las caras de Bélmez. De María Gómez Cámara, señora de la casa, hizo Terele Pávez, de natural tremebunda, que sin embargo no logró su mirada, un espanto como medieval de ojos que nunca vieron tele.

Apetece creer en las caras. Una de ellas incluso se parece a Sissy Spasek. Pero el mayor argumento contra su realidad es que recuerdan el estilo pictórico del Cristo de Borja. Íker, que cruza la frontera entre el misterio y la ciencia como un contrabandista epistemológico, se rodeó de peritos («¡los detectives del cemento!»). «Le acoplamos al microscopio electrónico de barrido un módulo electrónico de dispersión de energías de medición semicuantitativa comparadora de composiciones atómicas». ¿Qué, cómo te quedas? Junto a una grafopsicóloga y cargado de detectores volumétricos como Bill Murray en Cazafantasmas, pasó una noche psicotoledana en Bélmez. Un ente bostezó: «Ay, qué sueño tengo», pero es que eran las dos.

Es muy paradójico lo de Íker, luchando contra el escepticismo mediante ciencia sin perder nunca el boli. El actual propietario, hijo de María, ya tiene otro mirar y resumió: «Daban miedo a lo primero».