Abc
Huyendo de las viudas del fútbol, David Gistau decidió cambiar (cuero por cuero, después de todo) el piperío del Bernabéu por el mundo de Guermantes, que en España son las revistas, donde resulta que salen más viudas que en Varanasi.
–Memento mori –hubo de titular el sábado sus “Corzas mellizas”.
Eso, por la mañana. Y por la tarde, en La Coruña, el entierro del fútbol pendejo, arrasado por los leones blancos (“Como un río de leones / su maravillosa fuerza”), que venían, por cierto, de levantarle a la TV catalana veinte mil euros por haberlos confundido en un chiste con hienas, cosa que el periodismo deportivo seguía achacando ayer… a Mourinho.
Las hienas himplan, y los leones, rugen.
El acicate es Casillas. Casillas es el humo de las naves cortesianas que arden en la orilla: cuanto más miran los delanteros hacia atrás, más corren hacia adelante, y como son muy buenos, si los que están enfrente son muy blandos, se los comen.
Los ocho goles del Madrid en La Coruña entierran a uno de esos entrenadores de la escuela socialdemócrata del fútbol, que tan buenos sentimientos tiene y tan malas tardes da.
–Nos han metido ocho, pero qué bien hemos jugado –resumió el partido Víctor Fernández con un lirio (que es un Lillo) en la mano.
Y te preguntas por la cara que, de oírlo, pondría Arsenio haciendo su queimada en Arteixo.
Aunque yo he venido hoy aquí a hablar de James, que metió un gol combado de zurdo que fue un homenaje a la nariz de José Rodríguez, el gitano blanco que no pudo jugar con el Deportivo por ser un cedido.
–Y eso ¿qué es? –preguntó un rusa en la tertulia de Pombo al ver tomar a uno una ración de jamón.
–Lo que se da a los leones el día de su santo.
El gol de James fue la ración de jamón de los leones en el día de su santo.
Y a los niños indecisos de cariños porque ven, de pronto, la foto de Xabi Alonso abrazado a Guardiola en Munich y la foto de Cesc Fábregas abrazado a Mourinho en Londres, hay que decirles que los futbolistas son como los santos, unos pobres pecadores, y que por eso los españoles siempre hemos adorado a los santos por la peana (a los futbolistas, por la camiseta). A mí todavía me dura el miedo que García te metía en el cuerpo de madrugada, cuando Hierro, guardián del madridismo, decía que se iba al Barça si el Madrid no le arreglaba lo suyo.
Pero a James hay que mirarlo como a un Santo Niño del Remedio, pues no es un futbolista, sino un chiflado que nos chifla, o sea, el chiflado.
James es aquel chiflado que se presentó a Baroja y le dijo:
–En último término, yo no necesito para mi chifladismo más que dos cosas: luz cenital y agua corriente.
Por ejemplo, su gol en La Coruña, cuyo césped es un palimpsesto: sobre el taconazo farruquito de Guti, el gol nasón de James.
Cuando Kros se extravía como preguntándose quién le ha robado la Luger; cuando Modric “modricea” como aupándose hasta la barra para pillar la última gamba; cuando Bale bascula (¡qué verbo tan Michel Salgado!) como dudando entre ponerse diadema o dejarse flequillo… sale James con su poco de luz cenital y su otro poco de agua corriente... y todo, otra vez, cobra sentido. El único sentido que uno le encuentra ya al fútbol: el de chifla.
–Me chifla el fútbol.
EL CHI DE CHICHARITO
Entre Chicharito y Morata, Chicharito. Por lo que habla. Entre el colombianismo de James y el mexicanismo de Chicharito se acabará hablando buen español en el vestuario madridista. Y es que, frente a las onomatopeyas de Hierro, el vocabulario Tourette de Casillas o los siseos de Butragueño, se alza el “chi” de Chicharito, esa energía sutil sobre la que descansa el tai-chi. El chi chicharitiano como esencia fundamental del delantero centro que se mueve de dentro afuera. El chi es una idea-fuerza china, para los que se preguntan qué hace Chicharito, que tan bien habla, en el Madrid.