domingo, 14 de septiembre de 2014

En la muerte de Isidoro Álvarez



Isidoro Álvarez es mucho más El Corte Inglés que su tío, el fundador, porque a él le correspondió poner en marcha la gran expansión de la empresa y resistirse, especialmente en los tiempos de las bonanzas, a la tentación de sacarla a bolsa, que es el truco de los depredadores para intentar quedarse con ella sin haber hecho nada por ella. Isidoro fue fiel a lo que él sabía de su negocio, que era todo, desde la ordenación de los almacenes a la logística de la distribución o la satisfacción garantizada, que si no le devolvemos su dinero. Isidoro se cogía el coche en Hermosilla y se presentaba de pronto en Sol o en Princesa, sin previo aviso, a darse una vuelta por la tienda y ver currar a los jefes de planta y a los dependientes y a meter el susto en el cuerpo de los jefes, factor sorpresa que se acabó con la cosa de los teléfonos móviles, que con ellos ya se encargaban de avisar para que el sopetón fuese menos de improviso. El de Isidoro era un modo de entender el negocio en el que cada cosa era importante porque las conocía todas, sin haber pisado una escuela de negocios. Enfado monumental el día del incendio del Windsor, ni media palabra, sólo el cartón de Ducados como cuando el flemón monumental, y a darle vueltas al asunto a ver cómo poder acrecentar la empresa gracias a ese accidente. Fiesta espectacular con sorpresa el día de la inauguración de El Corte Inglés en Palma de Mallorca y al día siguiente, a la hora del desayuno, expectación de sus hombres por ver al patrón bajar de la habitación. Un mundo que se acaba, el de aquellos hombres que hicieron El Corte Inglés, que sabían tanto de su negocio como de gastar con largueza en el Peláez, en el Villanueva de los Infantes, lotería y percebes, que han ido siendo sustituidos por otros que se han ido haciendo con las riendas de un negocio que no ha dejado de ser vigilado hasta el último momento por Isidoro, siempre discreto, él en el Mercedes y el Audi para los escoltas, el traje y la corbata negros, la camisa blanca.
Isidoro Álvarez, del comercio, que como tal, descansó el domingo. Que la tierra le sea leve.

José Ramón Márquez