Agatha Lys
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Esta mañana una familia catalana me ha sacado de mi sueño bajo la sombrilla en la playa con la ruidajera que ha desatado al instalar… una quechua.
Si es de buen gusto socialdemócrata mandrilear por las aceras en bicicleta, supongo que también lo será perriflautear por las playas con quechua.
Y con la cosa de Gibraltar en el cuerpo, la verdad es que una quechua, en agosto y en la playa, impresiona, aunque en seguida te tranquilice descubrir que de la quechua sale un acento catalán, ese vaso de agua clara.
Hombre, si los ingleses creen que el cielo es una colonia suya y que al morir van a él, estos catalanes deben de creer que España es una colonia suya y que cuando veranean son ingleses.
Ya no sé qué tabarrón me produce más alipori, si el de Rosa Díez o el de los ingleses.
El conde de la Maza, que es ganadero de bravo y militar con cultura de cuando los Tercios, nos dijo una noche, al pasar en la sobremesa de los toros a las guerras, que el soldado por antonomasia es el inglés (“los yanquis son unos niños”), que además es el único que se mantiene en forma.
¿Qué hacer?
Mi idea sería dejarlos desembarcar y luego embocarlos hacia Cádiz, como hacía Panero (Leopoldo María) en los 70, Hamelin funesto que al grito de “¡Seguidme todos!” arrastraba a los manifestantes a un “cul de sac” en la calle de Bravo Murillo.
¿Cuánto iba a aguantar el príncipe Harry en la barra gaditana del Gitano Rubio, que ganó a los chinos a Luis Aragonés? ¿Y el “sergiosauca” de Cameron, con la cuenta?
Mas descuiden los cursis, que no habrá guerra, y nos quedaremos sin ver a las novias inglesas desnudarse para despedir a las ratas del desierto como se desnudaría Elena Valenciano para pedir el voto... “si fuera necesario”, es decir, si lo exigiera el guion, pretexto inventado por Agatha Lys, aquella mujerona de Valladolid que mi compañero Carlos Galindo, en greguería insuperable, vio “felina, como su propio nombre indica”.