CONCURSO DE GANADERÍAS
El caso había ocurrido de este modo. A la corrida de feria jerezana se le había dado carácter de “concurso de ganaderías”. Cada toro era de una divisa diferente; había un jurado que presidía pontificalmente José María Cossío; había “quinielas” y premio de un cata-vino de oro. Es decir, que se habían acumulado todos los recursos y estrategias modernas para apuntalar la tambaleante afición actual. La corrida tenía algo de concurso de Radio, de “melodía misteriosa”, de lotería, de oposiciones al magisterio y demás juegos de azar no prohibidos en la nación. Con las “quinielas” se había buscado para el toro de lidia un apasionamiento que le acercara algo a Ramallets o Kubala. En conjunto se había intentado retraer la atención del público sobre el toro que es –o debe ser- la parte dura y brava de la fiesta. Siempre se dijo “ir a los toros”. Ahora parece que se va “a los toreros”. No me gusta insistir sobre estos temas en los que soy lego y que están muy manoseados. Pero hace poco vi saludar desde los medios a un torero vestido de rosa pálido y que guardaba entre sus brazos una larga rama de nardos que le había tirado una admiradora. La verdad es que aquella especie de torerito de Olot me pareció la personificación del reblandecimiento de la fiesta.
EL “SÉNECA” Y EL TORO PERDONADO, 1955 / JOSÉ MARÍA PEMÁN
LAS TAURINAS DE ABC
EDICIONES LUCA DE TENA, 2006
Ignacio Ruiz Quintano