HURÍES DE LA ZOOLOGÍA
Y desde aquel momento por esa progresión geométrica en que crecen los estados sentimentales, toda la ciudad “vivió” apasionadamente la curación del “tótem” indultado. Se siguió con interés la primera cura, en que intervino un reputado cirujano que la víspera le habría cortado el apéndice a cualquier condesa. Hubo que extraerle una cuarta larga de pica que le había dejado dentro un picador, y que pasó de mano en mano de los aficionados como si fuera el puñal de Guzmán el Bueno. Se supo, hora por hora, la temperatura del animal y los gramos masivos de penicilina con que se la combatía. Sólo por pudor no se puso “lista” con parte facultativo a la puerta de los chiqueros. Estoy seguro que, si se pone, se hubieran apuntado en ella canónigos, jueces y catedráticos de Historia. En la casa del ganadero entró alguien que llegaba de fuera y le oyó contestar, por teléfono, preguntas de mejorías y grados de fiebre.
-¿Tiene enfermo algún hijo? -preguntó al portero de librea.
-No, un toro...
Parece ser que “Desteñido” -que éste es su nombre, ya insigne- está salvado. Y gracias a su bravura ha cambiado la muerte por una especie de paraíso de Mahoma en el que empleará el resto de sus días comiendo y divirtiéndose con las más bellas e ilustres vacas de la Bética: verdaderas “huríes” de la zoología.
-¿Tiene enfermo algún hijo? -preguntó al portero de librea.
-No, un toro...
Parece ser que “Desteñido” -que éste es su nombre, ya insigne- está salvado. Y gracias a su bravura ha cambiado la muerte por una especie de paraíso de Mahoma en el que empleará el resto de sus días comiendo y divirtiéndose con las más bellas e ilustres vacas de la Bética: verdaderas “huríes” de la zoología.
EL “SÉNECA” Y EL TORO PERDONADO, 1955 / JOSÉ MARÍA PEMÁN
LAS TAURINAS DE ABC
EDICIONES LUCA DE TENA, 2006
Ignacio Ruiz Quintano